Por Oscar Edgardo Garcia.-

Una vez más la República Argentina se encuentra ante una encrucijada en la que es muy difícil discernir el camino a seguir dado que se deben tomar decisiones para resolver los problemas enfrentando verdades que no son absolutas.

El dilema actual es «dolarización si» o «dolarización no».

Emilio Ocampo, asesor económico de Javier Milei; sostiene que «para erradicar la inflación en un escenario de alta inflación como el actual es necesario estabilizar o fijar el tipo de cambio. Cualquier régimen monetario que se perciba como vulnerable a una reversión en el futuro, carecerá de la credibilidad necesaria, y, por ende, tendrá poca efectividad para alcanzar ese objetivo sin provocar daños colaterales en la economía. Entre las alternativas bajo consideración, la que a mi juicio ofrece menor vulnerabilidad a los embates del populismo es una dolarización oficial, es decir, el reconocimiento del dólar como moneda de curso legal. Por esta misma razón, es la que tendría mayor credibilidad y efectividad».

Luciano Laspina, asesor económico de Patricia Bullrich, se opone a la dolarización planteando «si realmente es preciso dolarizar la economía nacional o si, en cambio, se debería intentar reconstruir la moneda nacional». Sostiene que «el fracaso del peso argentino solo se solucionará políticamente», subrayando que «la dolarización está desaconsejada en países con alta variabilidad de ingresos en dólares», como es el caso de Argentina, por lo que cree que la mejor opción para países como el nuestro es la de «contar con cierta flexibilidad cambiaria, aunque «no mucha», para amortiguar los shocks positivos y negativos». Su conclusión es que «la unificación monetaria es recomendable cuando existe una elevada integración política y cultural, necesaria para que haya una amplia movilidad de los factores de producción, y/o cuando las economías tienen shocks sincronizados».

Alejandro Werner, ex director del FMI, advierte que: “El dólar no es la moneda óptima para la Argentina”. Asimismo afirma que: «Siendo práctico, la Argentina no está en posición de dolarizar. Por los próximos dos años, el país tiene que llevar a cabo un plan de estabilización en el cual el ancla no puede ser el tipo de cambio. Pensemos en cómo empezar a acumular dólares, tener acceso a los mercados financieros, y cuando la Argentina esté en una situación fiscal más sólida y con menos inflación y mucha más capacidad de predecir lo que viene en el futuro por parte de los inversionistas, sí pensar si la Argentina quiere atar institucionalmente esos beneficios a través de una dolarización o tratar de seguir luchando por recuperar su moneda”.

El economista Ricardo Arriazu reconoce que desde los años 80 es partidario de la dolarización porque “desde el punto de vista político y operativo en la Argentina el sistema de dolarización de hecho y no de derecho nos genera enormes problemas”. Sostiene que la gran oportunidad para dolarizar fue en la década del noventa “porque no había pasivos, era fácil hacerlo”. Situándose en el presente al analizar la posibilidad de dolarizar ahora desarrolla el siguiente planteo: “Si tomo la cantidad de reservas y de pasivos, la respuesta es no, a menos que hagan un tipo de cambio estrafalario que incendiaría el país”.Sin embargo, reconoce que la propuesta que está haciendo Ocampo “es mucho más sofisticada, tipo plan Brady: toma los activos del Estado, los pone en un fideicomiso en el exterior, valuado a precios de mercado, alguien administra en el exterior, puramente contra cambio de pesos y de a poco. Yo no hice los números. No sé si alcanza; hasta que no sepa si alcanza, diría que es una solución desde el punto de vista económico y político, pero no está claro que se pueda”.

Nuevamente, como otras veces en el pasado, el pueblo argentino está encerrado dentro del tubo de ensayo de los tecnócratas con poder, cuyas propuestas no garantizan una solución única que beneficie o contente a todos los individuos y clases sociales del país.

Como la esperanza es lo último que se pierde, confiemos en que al menos esta vez al elegido de turno su experimento le salga bien.

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