Por Hernán Andrés Kruse.-

El 19 de agosto se cumplieron cinco meses de la decisión de Alberto Fernández de imponer la cuarentena. Alarmado por lo que estaba sucediendo en Estados Unidos y el viejo continente, el presidente de la nación, siguiendo el consejo de reconocidos infectólogos, tomó la única decisión que cabía en ese momento: imponer un duro aislamiento. Al principio la ciudadanía cumplió la orden presidencial. Se recluyó en sus hogares y las ciudades se transformaron en lugares fantasmales. Los números que arrojaba la pandemia invitaban al optimismo. Eran escasos el número de contagios y el de fallecimientos. Pero como sucede en la vida todo tiene su precio. En este caso el precio que el país comenzó a pagar con la cuarentena fue un agravamiento de la desastrosa situación económica legada por el gobierno de Cambiemos al actual gobierno. Todos los indicadores económicos eran coincidentes: la economía entraba en una profunda recesión. Pero el presidente se mantuvo inflexible. Su lema fue desde el principio privilegiar la salud sobre la economía. Razones no le faltaban para optar de esa forma. Bastaba con ver lo que sucedía en España, Italia, Gran Bretaña, Brasil y Estados Unidos para que todos agradeciéramos al presidente por haber impuesto la cuarentena. Fue el momento cumbre de la popularidad de Alberto Fernández. Las encuestas eran coincidentes: más del ochenta por ciento apoyaba la estrategia presidencial. Fue también el momento de máxima popularidad de los infectólogos que continúan asesorando al presidente. Los doctores Pedro Kahn y Eduardo López, los más consultados por los medios de comunicación, eran tratados casi como salvadores de la patria.

Sin embargo, el panorama comenzó a ennegrecerse por el mes de junio. La ciudadanía comenzó a mostrar signos de fatiga y hartazgo por una cuarentena que se hacía interminable. Las ciudades empezaron a recuperar parte de su habitual fisonomía. Pero lo peor fue que muchos comenzaron a actuar como si la pandemia hubiera terminado pese a los consejos de los infectólogos. Consciente del cambio del humor social el gobierno decidió ir flexibilizando de a poco el encierro. Se comenzó a hablar de fases, especialmente en el conurbano y la CABA, el epicentro de la pandemia. Si bien los números, comparados, por ejemplo, con los de Brasil y Chile, seguían siendo favorables, mantenían su tendencia ascendente. Pero el presidente, siempre flanqueado por el gobernador de Buenos Aires y el jefe de gobierno porteño, se mantuvo inflexible en su postura de defender a rajatabla la cuarentena. Fue entonces cuando comenzaron a aparecer ciertas críticas. El presidente, alguien llegó a decir de manera temeraria, se enamoró de la cuarentena. Incluso hubo algunos que llegaron a afirmar que la pandemia fue apenas un pretexto para justificar el cercenamiento de nuestras libertades y derechos, paso previo a la implantación de un régimen al estilo bolivariano.

El continuo ascenso del número de contagios y fallecimientos comenzó a alarmar al gobierno. Da toda la sensación de que tomó por sorpresa a los infectólogos que aconsejan al presidente. ¿Hubo un error de cálculo? Porque en un reportaje televisivo uno de los médicos que está cerca de Alberto Fernández reconoció que no se esperaba para julio tantos contagios y fallecimientos. Entonces entró en escena el drama tan temido: la saturación del sistema sanitario. Desde hace varios días que se viene alertando, fundamentalmente desde el gobierno de la provincia de Buenos Aires, sobre las altas probabilidades de que en poco tiempo el número de camas de terapia intensiva no de abasto. El solo imaginar las consecuencias de este hecho provoca escalofríos. Pero no debiera asombrarnos que ello termine sucediendo. Lo increíble es que no se produjo mucho antes, habida cuenta del endeble sistema sanitario argentino. Y ello gracias a la temprana cuarentena impuesta por Alberto Fernández. De haberse adoptado la estrategia de Trump, Johnson o Bolsonaro, seguramente hoy estaríamos lamentando la muerte de unos 40 mil compatriotas, aproximadamente. A esta altura de los acontecimientos emerge en toda su magnitud la gravedad del problema. Hace unos días el propio presidente reconoció que la cuarentena es la única herramienta con que cuenta el gobierno para hacer frente a la pandemia. Y cuando se le preguntó a la doctora Kahn, hija del doctor Pedro Kahn, si podremos celebrar normalmente las tradicionales fiestas de fin de año, se valió del clásico latiguillo “todo es muy dinámico, no podemos asegurarlo” para no reconocer que los infectólogos que asesoran al presidente no tienen la más remota idea de lo que sucederá con el virus no a fin de año sino dentro de 72 horas.

En el enésimo informe brindado al pueblo y, como siempre, flanqueado por Rodríguez Larreta y Kicillof, Alberto Fernández expresó, entre otros conceptos, lo siguiente:

“1-Con la vacuna tenemos un horizonte más fuerte. 2-El problema está presente, en muchos lugares el riesgo aumenta y los que hacemos aumentar el riesgo somos nosotros. 3-No estamos en condiciones de disponer con quiénes nos encontramos que ello suponga un riesgo. 4-El mundo enfrenta una enfermedad y el único remedio que ha encontrado hasta aquí es preservarse evitando el contacto con otros”. 5-Seguimos hablando de cuarentena sin que en la Argentina existe cuarentena y la realidad es que cuidarnos está en nuestras manos”. 6-Los sistemas de salud empiezan a mostrar niveles de ocupación preocupantes. 7-Los problemas de contagios ocurren generalmente en los encuentros sociales que uno no puede dominar. 8-Estoy feliz que se haga en mAbxience el componente central de la vacuna, que es un laboratorio argentino que con Axel inauguramos al comienzo de la gestión en la provincia de Buenos Aires. 9-Estamos trabajando para tener lo antes posible la vacuna y confío en que esté durante el primer trimestre del año entrante. 10-Lo que hicimos no fue en vano, tuvo sentido y somos uno de los países con menor cantidad de muertes por cada millón de habitantes. 11-Hoy tenemos un problema muy serio y es que el virus se ha extendido en todo el territorio. 12-La expansión del virus ha hecho que las camas empiecen a ocuparse a otro ritmo y nos exija reclamar más cuidados. 13. Todos los gobernadores atribuyeron el aumento de los contagios a la mayor circulación. 14-La Ciudad de Buenos Aires ha logrado amesetar los contagios en un número alto y confiamos, con el jefe de gobierno, que esa meseta empiece a bajar en algún momento. 15-Les pido que entendamos que estamos muy lejos de tener el tema resuelto. 16-Debemos ser muy cuidadosos y por encima de cualquier discurso de ocasión ésta es la realidad. 17-La ocupación de camas en la CABA es del 75%, en AMBA del 68% y en el total del país es casi del 60%. Les pido que este dato no lo olviden porque acá está el cuello de botella. 18-Quiero cumplir con el objetivo que nos fijamos que es que ningún argentino que se enferme carezca de atención médica y que el Estado le pueda dar la atención médica que merece. 19-Vamos a mantener hasta el 30 de agosto el sistema que hoy tenemos con algunas correcciones. 20-Vamos a habilitar algunos deportes individuales. A los que practiquen les pido que no tengan un tercer tiempo de encuentro social. Fuera de esos casos el resto vamos a seguir igual. 21-No me obsesioné con la cuarentena. Estoy obsesionado con la salud de los argentinos. Yo no disfruto ninguna cuarentena que no existe porque hace muchos meses que la Argentina se olvidó de la cuarentena” (Página/12, 14/8/020).

Por eso llama poderosamente la atención que en los últimos días el gobierno nacional haya tomado decisiones muy importantes pensando en la post-pandemia, como si estuviera seguro de que el virus desaparecerá en poco tiempo. Me refiero fundamentalmente al proyecto de reforma judicial. Nadie niega que hoy los argentinos no vivimos en un “Estado de Justicia” (Werner Goldschmidt), que son varios los jueces que dejan mucho que desear, que el ciudadano de a pie se siente solo e indefenso. ¿Pero era el momento oportuno para hacer un anuncio de semejante magnitud? Con un virus que no para de causar estragos y una economía en bancarrota ¿había necesidad de lanzar al ruedo un tema tan polémico? ¿Fue prudente el presidente? Creo que no. Ojalá me equivoque porque soy de los que están convencidos de que algo hay que hacer con el Poder Judicial. Pero hasta ahora lo único que consiguió el presidente fue lograr el abroquelamiento de la oposición en torno a una idea fija: lo único que persigue el gobierno es garantizar la impunidad de Cristina Kirchner. Para embarrar más la cancha el presidente reconoció en las últimas horas que está dispuesto a escuchar propuestas que “mejoren” su proyecto de reforma laboral. La misma actitud adoptó luego de anunciar con bombos y platillos la expropiación de Vicentin. Todo el mundo sabe cómo terminó ese proyecto: en el cesto de basura. ¿Pasará lo mismo con la reforma judicial?

La única buena noticia para el gobierno fue el acuerdo alcanzado con los fondos buitre liderados por BlackRock. Le dio oxígeno al presidente para fortalecer su estrategia de la post-pandemia. Su ministro de Economía, Martín Guzmán, hasta hace poco vilipendiado y menospreciado por muchos, es ahora una suerte de reencarnación de John Meynard Keynes. Fue graciosa la manera como reaccionaron en las redes sociales algunos empedernidos defensores del gobierno al enterarse del acuerdo. “Viva Perón carajo” exclamó uno. ¿En qué quedó aquello de “combatiendo al capital”? Lo cierto es que, aunque de manera agónica, el gobierno evitó el default, lo que hubiera sido dramático para la Argentina. Ello explica el festejo, el alivio en realidad, de Alberto Fernández.

Pero las aguas siguieron turbulentas luego del acuerdo con los bonistas. El lunes 17 tuvo lugar una nueva protesta callejera del macrismo duro, cargada de odio y resentimiento. Poco les interesó a quienes participaron de ella la gravedad de la pandemia. Su desprecio por la salud del prójimo es lisa y llanamente aterradora. Su canto de guerra fue “no a la reforma judicial”. Al día siguiente, la cúpula de Juntos por el Cambio le exigió al gobierno que retire el proyecto de reforma judicial mientras Mauricio Macri felicitaba desde Suiza a los manifestantes. La reacción oficial fue la esperada: continuar el proceso que conduce a la reforma judicial. Fue entonces cuando Mario Negri lanzó una frase temeraria: “esto huele a la 125”. ¿Qué pretende el jefe del bloque de Diputados de Juntos por el Cambio? ¿Quiere desestabilizar al gobierno? ¿Pretende derrocar a Alberto Fernández? En las últimas horas Alberto Fernández fue muy claro: “no nos van a amedrentar aquellos que gritan”, expresó.

Así está la Argentina hoy. El presidente intenta demostrar que está en control de la situación, que sigue manejando el timón del buque con seguridad y eficacia. Es lógico que actúe de esa manera. La oposición, lamentablemente, ha decidido pintarse la cara de negro. Pero no debemos confundirnos: quien todavía está en control de la situación, aunque tanto el oficialismo como la oposición actúen como si nada pasara, es el Covid-19.

Apéndice

En las últimas horas se tuvo conocimiento de una modificación al artículo 72 inciso E del proyecto de reforma judicial del oficialismo que será tratado en el Senado la semana entrante. Su autor es el senador Oscar Parrilli. Se lee lo siguiente: “Comunicar en forma inmediata al Consejo de la Magistratura de la Nación cualquier intento de influencia en sus decisiones por parte de poderes políticos, económicos o mediáticos, miembros del Poder Judicial, Ejecutivo o Legislativo, amistades o grupos de presión de cualquier índole, y solicitar las medidas necesarias para su resguardo”.

Ya Ferdinand LaSalle había explicado en su ensayo ¿Qué es la constitución? que la constitución de un país no se reduce a un texto escrito sino que alude, también, a todas las fuerzas políticas, sociales y económicas que ejercen presión sobre los detentadores del poder. Es la constitución real, enfatiza Lasalle. Pues bien, desde hace mucho tiempo los medios de comunicación ejercen presión sobre el presidente y los miembros de los poderes legislativo y judicial. Esa presión se da en todo tipo de régimen político, incluso en las democracias más desarrolladas del mundo. Los jueces, por ende, no están exentos de la presión ejercida por los medios de comunicación. Pero no se la puede prohibir porque lo que está en juego es la libertad de prensa, el derecho del pueblo a saber de qué se trata. En consecuencia, lo que debe hacer el juez que sufre presiones de los medios de comunicación es hacer caso omiso de ellas. El texto del artículo es tan amplio que puede legitimar la censura previa.

Nadie duda de la importancia de reformar la justicia. Desde hace mucho tiempo que la seguridad jurídica es una entelequia. La historia argentina ha demostrado cómo el poder político ha ejercido una feroz influencia sobre los jueces. Desde la acordada de septiembre de 1930 a la fecha, son incontables los casos de politización de la justicia. Durante la presidencia de Macri se espió de manera ilegal a muchísima gente, jueces incluidos. No recuerdo que algún dirigente de Juntos por el Cambio haya salido a criticar, por ejemplo, la doctrina Irurzun. De repente, a los máximos referentes de la oposición se les despertó el espíritu republicano y salieron a marcarle la cancha al gobierno de Alberto Fernández. ¿Qué autoridad moral tienen? Ninguna. Ahora bien, en el oficialismo tampoco hacen un culto de la división de poderes. El peronismo nunca fue afecto a ese sagrado principio. Hay quienes sospechan que lo que persigue el gobierno es garantizar la impunidad de Cristina. Y hay quienes sospechan que lo que pretende Juntos por el Cambio es proteger a la camarilla judicial de Comodoro Py y la camarilla instalada en la Corte Suprema.

Lo jurídico es irrelevante en este duelo. Lo que hay es una fenomenal lucha por el poder, tal como sucedió en 2008 a raíz de la resolución 125. Nadie es, pues, inocente. Ni al oficialismo ni a la oposición les interesa el imperio de la ley, el Estado de Derecho. Sólo tienen en mente aniquilar al enemigo. La reforma judicial es un capítulo más de una guerra que no hace más que profundizar nuestra decadencia como país.

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