Por Carlos Andrés Ortiz.-

Las supuestas “nuevas ideas” de los anarcos – libertarios, así como de los neoliberales, son solo un refrito, presentado bajo un formato muy disruptivo, supuestamente “revolucionario” y falsamente “nuevo”, de los viejos y probadamente muy negativos postulados de “dejar hacer, dejar pasar”, del liberalismo dieciochesco, formulados por Adam Smith y sus continuadores doctrinarios; a los cuales se les agregaron los retoques meramente conceptuales de la Escuela Austríaca de Economía, la cual fue el basamento del neoliberalismo, doctrina esta que es una acentuación del viejo liberalismo, también llamado la ortodoxia económica.

Es bueno recordar que el liberalismo, predicado, pero no practicado internamente por el Reino Unido y las sucesivas potencias industriales que fueron surgiendo, esa doctrina teóricamente “sacrosanta” y de pretendidas “leyes económicas” de supuesto obligatorio cumplimiento, se mostró totalmente incapaz de encontrar alguna solución a la descomunal crisis económica mundial, que como reguero de pólvora se extendió por todo el orbe, luego de estallar en 1929 en Estados Unidos.

Tal como expresara Friedrich List, impulsor doctrinario de las aceleradas industrializaciones de Alemania y de EEUU, «Adam Smith fue un conquistador más temible que Napoleón» (y lo dijo cuando aún eran frescos los recuerdos de las agresivas acciones de la Francia napoleónica), pues el Reino Unido utilizó esa doctrina económica para presionar a los países que se subordinaron a la misma, a permanecer en el subdesarrollo, sin estructuras industriales ni tecnológicas propias.

En Argentina, la oligarquía terrateniente, junto con intelectuales teóricos sin asidero con la realidad (la intelligentzia, como la definió el genial pensador Nacional A. Jauretche), fueron y siguen siendo cerrados adherentes a esa doctrina político-económica, la cual, si se volviera a aplicar crudamente, “sobraríamos” al menos 25 millones de argentinos, pues la economía primaria produce muy poco trabajo, y en general muy mal pago.

Por supuesto, tanto neoliberales como anarco-libertarios, desprecian abiertamente toda idea de soberanía nacional, pese a lo que, en base a un fuerte y persistente proceso de colonización cultural, el grueso de los uniformados de Argentina apoya esas ideologías apátridas, considerándose “muy patriotas”.

Aunque ese ya es otro tema… No muy diferentes a las gruesas confusiones de milicos proceseros, es la que evidencian sectores de las “progresías”, que desde posturas de teóricas “izquierdas”, siguen casi calcados los libretos dictados desde el núcleo del Atlantismo, y al igual que los precedentemente nombrados, suelen persistir en odios insalvables que de profundizarse pueden llevarnos a la disolución nacional.

Pero volvamos al tema central de estas reflexiones.

El liberalismo fue una doctrina a la medida de los intereses del Reino Unido, por entonces la excluyente potencia industrial mundial. Sus competidores, inicialmente EEUU y Alemania, se industrializaron y desarrollaron tecnologías, en la segunda mitad del siglo XIX, con fuertes improntas proteccionistas y promotoras del desarrollo, de los respectivos Estados Nacionales, en base a políticas activas en nada “obedientes” a los mandatos de las falsas “leyes económicas” del liberalismo.

Pero fueron las severas crisis económicas, las que pusieron en total evidencia, las serias limitaciones del dogmatismo económico liberal. Como en parte se había constatado en la precedente crisis económica de 1866, y en sucesivas crisis de menores magnitudes, se pudo verificar y sufrir en la crisis de 1929/1930, que las ideas económicas ortodoxas (liberales) hicieron agua por todos lados, siendo inútiles para aportar soluciones, siendo la fuerte intervención estatal en la economía y en los aspectos sociales, el factor central e imprescindible, para superar esa descomunal crisis y sus pavorosos efectos sociales, tal como con muchos fundamentos lo había recomendado el economista británico John Maynard Keynes, dando de ese modo origen a la corriente económica llamada keynesianismo, opuesta al liberalismo pero no por fuera del molde capitalista, o sea claramente diferenciado del marxismo.

Ese modelo económico, con fuerte intervencionismo estatal coexistente y regulador respecto a los actores privados en la economía, constituyó la heterodoxia económica, la que gestó el período llamado “los treinta gloriosos”, un notable lapso de casi treinta años de crecimiento económico mundial ininterrumpido, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la primera crisis del petróleo, a comienzos de los años ‘70.

Los acentuados, pero no por ello injustos aumentos en los precios del petróleo, al trastocar abruptamente las variables macroeconómicas, dieron origen a un fenómeno por entonces nuevo, que se llamó estanflación, o sea estancamiento con inflación, que se dio en las potencias industriales, las que transmitieron esos efectos a escala planetaria.

Ese por entonces nuevo contexto económico, fue el marco en el cual bajo la batuta del dúo Reagan-Thatcher, se perpetró la revolución conservadora, con cuya impronta se implantó a escala planetaria el neoliberalismo político-económico, el cual como soporte doctrinario-académico utilizó los fundamentos teóricos de la Escuela Austríaca, la cual es en esencia una vuelta recargada al crudo liberalismo dieciochesco, con las añadidas pautas ultra privatistas de la Escuela de Chicago, que puso a las finanzas por sobre la economía productiva.

El principal exponente de ese sesgo económico llamado monetarismo, fue Milton Friedman. Entre otros males, produjo una rápida y acentuada redistribución negativa del ingreso, además de destrozar las estructuras industriales de los países por fuera del núcleo duro de las potencias consolidadas.

En Argentina, esa doctrina político económica, se instaló a la fuerza, con las bayonetas del muy nefasto y apátrida Proceso, al tomar por asalto el poder formal, el cual se subordinó a los dictados de la ultra conservadora oligarquía, y a los nocivos mandatos foráneos que tan negativas consecuencias socio económicas provocaron. Industricidio inmisericorde, empobrecimiento masivo, concentración acentuada de la riqueza, fuerte endeudamiento externo y subordinación total a poderes transnacionales, fueron las principales consecuencias de ese gobierno cívico militar.

La implantación bajo muy fuertes presiones del establishment anglosajón, de la doctrina político – económica neoliberal, no fue casual ni carente de apoyatura geopolítica, pues fue pieza clave para que se opere la concreción del Mundo Unipolar, el cual algunos teóricos supusieron como definitivo (como el nipo norteamericano Francis Fukuyama), pero que solo duró una década, entre 1990 y 2000, aproximadamente.

El Mundo Unipolar tuvo como objetivo geopolítico, la desaparición o la extrema debilidad de los Estados Nacionales, para implementar la llamada Globalización Salvaje, la cual impondría una especie de anarco capitalismo, totalmente deshumanizado, destruyendo todas las instituciones que se le opusieran, como la familia tradicional, los valores éticos y religiosos superiores, forzando todo hacia un materialismo desenfrenado y un sálvese quien pueda a escala global. Por su parte, los países “desobedientes” a las presiones de imposición forzosa del neoliberalismo, no quedaron inmersos en el subdesarrollo crónico, e incluso algunos adquirieron el notable estatus de nuevas mega potencias, como China e India y en cierta forma Brasil, entre otros; o salieron de la encerrona que pudo llevar al desguace nacional, volviendo a ser potencias considerables, como la renacida Rusia. Otros países, como los del sur y sudeste asiático, fortalecieron y ampliaron sus economías, siempre por fuera del corset neoliberal. En Argentina, el neoliberalismo instalado por la fuerza en el Proceso (1976-1983) cortó de cuajo más de tres décadas de economía heterodoxa, con crecimiento económico, desarrollo general y mejoras sociales (con solo 4% de pobreza), continuando y acentuándose negativamente en los gobiernos de Menem, De La Rúa y de Macri; con nocivas prácticas económicas y exclusión social, que el keynesianismo había superado y corregido, con fuertes y oportunas intervenciones del Estado Nacional presente y activo.

Ahora el sector político que busca reeditar el neoliberalismo, no puede explicar que ni como lo hará, y solo enfatiza su predilección por la “mano dura”, para instalar un Estado represivo, que bajo el supuesto formato de “orden” arrase con todo lo que se le oponga, sin importar la sangre y los muertos que ocasione…tal como ya lo perpetraron en algunos gobiernos precedentes.

Los libertarios, que alardeaban de implementar en forma inmediata, drásticas medidas, como la destrucción del Banco Central e imponernos la dolarización, entre otras “lindezas” como la venta “libre” de órganos, “libertad total” para contaminar ríos, y arancelar la Salud Pública y toda la Educación, ahora “recularon en chancletas”, diciendo -sin base alguna que lo sustente-, que perpetrarán esos cambios en varias décadas de gobierno ininterrumpido…¿buscan una “dictadura del establishment financiero?

Aplicable a la incoherencia “libertaria” de pretender gobernar 35 años (¿instalando una dictadura?), para aplicar ideas que son nocivamente impracticables, como la dolarización y la destrucción del Estado (que de perpetrarse sería el paso previo a la disolución nacional); es la lapidaria respuesta que dio Keynes cuando algún crítico pretendió refutarle en base a presunciones de largo plazo. “En el largo plazo, estaremos todos muertos”, fue la irónica y contundente respuesta de Keynes, gestor intelectual de la Economía del Bienestar.

Share