Por Hernán Andrés Kruse.-

Entre 1930 y 1983, el sistema político argentino se caracterizó por su inestabilidad. Los golpes de Estado, protagonizados por las Fuerzas Armadas, quebraron el principio de la continuidad institucional, columna vertebral de toda democracia que se precie de tal. Durante medio siglo la desestabilización impuso sus códigos, siendo legitimada pasivamente por la sociedad. A partir del 10 de diciembre de 1983 las fuerzas armadas dejaron de ser el actor protagónico de los golpes de Estado pero ello no significa que la desestabilización desapareciera de la escena. Raúl Alfonsín se vio obligado a entregar anticipadamente el poder a su sucesor, Carlos Menem. Agobiado por la hiperinflación y los saqueos organizados, Alfonsín reconoció que no estaba en condiciones de continuar ejerciendo el poder poniendo fin a su traumática presidencia al margen de lo estipulado por la constitución. La caída de Alfonsín fue, qué duda cabe, un golpe de Estado. Pero no se trató de un golpe al estilo clásico, protagonizado por las fuerzas armadas con apoyo civil. Alfonsín se vio obligado a abandonar el poder porque el establishment le bajó el pulgar o, si se prefiere, porque el poder económico concentrado le dio un golpe de mercado que dio de lleno en su mandíbula.

Raúl Alfonsín jamás congenió con el orden conservador. El establishment nunca vio con buenos ojos su política económica, su política exterior, su política educativa y, fundamentalmente, su política de derechos humanos. Era demasiado progresista. Es cierto que don Raúl intentó congraciarse con el orden estatuido aplicando a partir de 1985 un plan económico ortodoxo, pero nunca fue bendecido por dicho orden. Para colmo, luego del fallido intento por democratizar los sindicatos, la CGT de Ubaldini le declaró la guerra decretando nada más y nada menos que trece paros generales. Carlos Menem se hizo cargo de la presidencia en julio de 1989. En diciembre de 1990 reprimió a sangre y fuego un levantamiento carapintada liderado por Seineldín. A partir de entonces y hasta el fin de su segunda presidencia el riojano no sufrió ningún otro intento desestabilizador en su contra. Cuando parecía que por fin el país había dejado atrás el flagelo destituyente, en diciembre de 2001 Fernando de la Rúa presentó su renuncia retirándose de la Rosada en helicóptero. El corralito que había impuesto un mes antes destrozó la poca confianza que aún le tenían aquellos sectores de la sociedad que lo habían votado dos años antes. La caída de De la Rúa se debió a los gruesos errores que cometió en materia económica y al empujón final que le dio el peronismo, ante la pasividad cómplice de un establishment que le había bajado el pulgar. Una semana más tarde, se produjo otra destitución. Ahora la víctima fue Adolfo Rodríguez Saá, quien fue eyectado del poder porque pretendió quedarse más tiempo de lo pactado. Su sucesor, Eduardo Duhalde, también fue víctima de un intento desestabilizador. En junio de 2002, la estación de Avellaneda fue escenario de las ejecuciones públicas de los piqueteros Kosteki y Santillán, lo que obligó al bonaerense a adelantar las elecciones presidenciales.

El espíritu destituyente se tomó unas largas vacaciones durante los cuatro años en que fue presidente Néstor Kirchner. Retornó recargado cuando Cristina Fernández de Kirchner se hizo cargo de la presidencia. Durante los cuatro meses de conflicto con el campo, la cabeza presidencial estuvo cerca de rodar. Fue milagroso que Cristina no renunciara luego del voto no positivo de su vicepresidente Julio Cleto Cobos. Otro momento delicado se vivió en noviembre de 2012 cuando una multitud imponente salió a las calles para protestar en contra del Gobierno. Mientras tanto, Carta Abierta no se cansaba de denunciar lo que consideraba eran intentos de desestabilización. El 10 de diciembre de 2015 asumió como presidente Mauricio Macri. Gobernó tranquilo hasta febrero de este año cuando una parte importante del pueblo perdió la paciencia. La denuncia del Correo Argentino fue el detonante. Fue la gota que rebalsó el vaso. Importantes sectores sociales salieron a la calle a exteriorizar su malhumor. Siguiendo los consejos de Jaime Durán Barba el presidente y varios funcionarios importantes acusaron al kirchnerismo en general y a la ex presidente Cristina Kirchner en particular de atentar contra la estabilidad institucional. Realmente cuesta creer que el kirchnerismo y su jefa política tengan en mente derrocar al presidente de la Nación. Lo que pretenden es derrotarlo en las urnas, hacerle morder el polvo de la derrota en las próximas elecciones. Nadie apuesta por su caída porque ello perjudicaría tremendamente al pueblo. Constituiría un grave retroceso democrático que Macri termine sus días como presidente como De la Rúa.

Es cierto que se respira un ambiente denso pero ello no significa que esté revoloteando el fantasma destituyente. Hay bronca en un sector del pueblo, desilusión en otro, pero ello no quiere decir que se esté apostando por la caída del presidente. La enrarecida atmósfera de estos días solo tiene un responsable y ese es Mauricio Macri. En efecto, si se hace un repaso de las medidas económicas que tomó desde su asunción se verá claramente que tuvieron como objetivo principal beneficiar a una élite prebendaria y perjudicar al grueso de la sociedad. Lo cierto es que la inmensa mayoría del pueblo pretende que el presidente culmine su mandato como Dios manda y si en las elecciones presidenciales de 2019 hizo las cosas mal reciba el condigno castigo.

En su edición del 27 de marzo Página/12 publicó un artículo de Mempo Giardinelli titulado “Los dos demonios y más sobre volver”. Dice el autor: “Después de mentir tanto y del escándalo moral que significa que el Presidente de esta degradada república-y sus parientes, ministros corruptos y jueces full-service-le hagan pagar la crisis que ellos provocan a los más pobres, los sin trabajo y los desahuciados que son la mitad de la población, este marzo de masivas movilizaciones populares parece indicar el resurgimiento de los de abajo. Como si empezara a despertar, este pueblo que estaba deprimido y desconcertado ahora parece levantar cabeza y recuperar memoria y energía” (…) “Pero no por eso hay que cantar victoria. Porque si bien son datos de una realidad incandescente, no conmueven ni ahí a la pequeña oligarquía gobernante, soberbia y mentirosa, y ahora encima armada hasta los dientes”.

“El renacer de la resistencia popular… es esperanzador porque se produce por encima y a pesar de dirigencias políticas que no conducen este proceso. Es interesante que ahora vuelve a moverse el piso popular con renovados bríos y autonomía” (…) “En este contexto, y envalentonados los pregoneros de la llamada “teoría de los dos demonios”, conviene subrayar la necesidad de los que desesperan por rebajar un número simbólico; de los dinosaurios macristas que añoran la dictadura; de los que reclaman “reconciliación” sin arrepentimiento, e incluso del patético secretario Avruj que anuncia la “revisión” del 24 de marzo en la currícula escolar, como diciendo él lo que no se atreve el ministro Bullrich, que de educación no sabe un corno y que junto con la gobernadora a la que ahora le hacen mostrar las lindas piernas para distraer al auditorio, fomentan carneros en lugar de llamar a paritarias. Lo que no es más que el inicio de la tenebrosa instalación de un sistema educativo privatizado y arancelado que condenará a los hijos de tres cuartos del país a “caer” en una educación pública de cuarta”.

“El sistema macrista, insólitamente apoyado por una dirigencia radical genuflexa y sin vergüenza, es el mismo de la dictadura” (…) “Los dos demonios están asomando por boca de ex periodistas que sacan la cabeza del tacho de basura de la Historia. Acaso una de las explicaciones racionales a este contrasentido democrático lo da la organización Memoria Abierta, basada en una investigación del colectivo de periodistas Sin Fin, que determinó que de las 4449 leyes vigentes en la Argentina, 417 fueron sancionadas por la dictadura entre 1976 y 1983. Una de cada diez, y entre ellas las peores, siguen regulando la vida argentina, la mayoría sancionada durante el último año mientras preparaban su salida del poder” (…) “En la marcha del 24 muchos jóvenes cantaban: “vamos a volver/vamos a volver” (…) “Pero muchos nos preguntábamos ahí mismo, marchando bajo las pancartas de El Manifiesto Argentino, si no estarían estos jóvenes compañeros frente a un espejismo. Porque como ya se ha escrito aquí, si “vamos a volver” cabe preguntarse adónde, y a qué, y con quienes, con qué dirigentes. Porque lo hecho entre 2003 y 2015 ya sabemos que fue bueno socialmente y que millones de argentinos y argentinas acompañamos ese rumbo nacional y popular, industrialista y de soberanía e inclusión. Pero nadie se baña dos veces en un mismo río”.

“Sería bueno entonces reflexionar ese futuro, todavía hipotético retorno. Incluso para no sonar amenazantes al cuete, y en todo caso empezar a ser conscientes de que si este gobierno cayera-es un decir, si cae-no será ni debe ser por acciones destituyentes, ni mucho menos por impulsos de dirigencias dizque opositoras que a estos tipos no les mueven un pelo” (…) “Por grande que sea el listado de torpezas y cretinadas macristas, el pueblo no debe auspiciar golpe alguno. Y en cambio sí estar alerta ante posibles autogolpes, como se fantasea en algunos mentideros” (…) “Y ojo que también habrá que ser muy conscientes, desde ahora mismo, de que el día de la victoria-que sin dudas llegará-de ninguna manera deberá ser día de venganzas ni revanchas. Al contrario-la grandeza de nuestro lado-habrá que contenerlos, darles garantías y practicar la honorable docencia de integrarlos para acabar así con la maldita “grieta” que ellos crearon y profundizan todos los días irresponsablemente”.

En la misma edición, Página/12 publicó un artículo de Horacio González titulado “Luche y vuelve”. Dice el autor: “(…) La marcha es infinita, son ríos insaciables, van por la Avenida de Mayo hacia la Plaza del mismo nombre, como el explorador que está por descubrir una catarata, atraído por el fragor lejano de la cascada de agua al despeñarse sin temor a lo desconocido. Y allí las palabras cambian de significado y los significados de palabras” (…) “En esa Plaza y esas Avenidas que corren dentro de nosotros, más que nosotros caminar por ellas. Y no de ahora. Hace tiempo ya que esto se siente, y está presente” (…) “Caminar por las avenidas es un hecho natural, y de tanto en tanto surge la consigna, vamos a volver. ¿Vamos a volver? ¿A qué, a quién, a cuáles, a dónde se refiere?” (…).

“Escuche Presidente: los guijarros que vamos a buscar en las pérdidas del pasado que nos miran, no son nunca los mismos” (…) “Pero lo perdido en usted es la mirada, cuanto más gélida la vemos, aunque usted sonría, socarrón y desafiante, más comprendemos que está ganando tiempo para hacer de la historia un páramo liso y sin que se oigan los gemidos. Su mirada asusta. Porque traduce el abismo, y sus temibles balbuceos aún los escuchan, intimidados, una porción popular extensa. Es la que se mira en los ojos presidenciales que le anuncian el precipicio, para obligarlos a que lo canjeen humillados, por una menguada seguridad quimérica” (…) “No se extrañe presidente, porque aunque está usted en la cima social, a diferencia de todos los desesperados, también ejerce su propia sumisión ante poderes que en parte conoce muy bien-los suyos-, y que en parte lo asaltan como una nueva pesadilla en su vida” (…).

“Lo cierto es que… vamos a volver. ¿Y entonces, alguien dirá cómo, cuándo, con quiénes, con qué cuadro de imágenes preparadas, qué nómina de ministros y… no, tampoco. El vamos a volver solo se encarga de agrupar dramáticamente el presente en torno a sí, y ensayar crear el nosotros futuro. Solo eso, que es muchísimo. No somos nosotros los que decimos vamos a volver, sino que es el vamos a volver el que nos busca a nosotros” (…) “Pero escuche atentamente ese luche y vuelve, pegue el oído a la tierra, como Sarmiento y Jauretche decían del rastreador, del buscador de huellas en las pampas, las fábricas, los estadios, los pavimentos y hasta en el piso difuso de la estación de subte. ¡Ah, se asombra que a aquellos dos formidables cabezaduras los cite juntos! Es que de eso se trata. Y es que su llamado, presidente, a pensar la historia según “metas de inflación”, liquida el pensamiento histórico en su totalidad y hace que lo separado antes, se junte ahora. El concepto de multitudes va y viene, pasa de moda y alguien, de repente, lo recuerda de nuevo. Lo cierto es que no es fácil abandonarlo, sea que se use de una forma conservadora o libertaria. Pero miremos estas multitudes, ese torrente de cabezas que forman extrañas figuras” (…) “Es el pueblo en su forma incesante, nunca fija. De repente algo los recorre a todos: luche y vuelve. ¡Pero otra vez! ¡Eso ya pasó! No, mi amigo, pasó y no pasó, pasó como historia realizada, consumada, tragedia a la luz del día y en las penumbras de los socavones. Pero el grito iba más allá y aún lo escuchamos. Porque trascendía el momento, la “coyuntura”, como dicen los analistas. Son los subsuelos de las gargantas sublevadas”.

“Las canciones colectivas tienen ancladeros de cada ciclo nacional, lo sabemos, pero van más allá de ellos. Si se prende una chispa adecuada en la muchedumbre nunca sale cualquier cosa; sale lo más fino, lo más profundo, lo más enclavado en los golpes más fuertes de la vida, ya lo sé. Todos lo saben. Y así el luche y vuelve se despierta y en medio de la plaza, como si fueran dos anónimos, dos cuerpos desconocidos que empadronan por primera vez, se saludan. ¿Quiénes? El Luche y Vuelve, que le dice al otro: “lo vine a buscar”. Y el Vamos a Volver le responde, “sabía que vendrías, que te encontraría aquí”. No son espectros ni insignias partidistas. No tienen nada en su ojal que los encierre en un círculo de adhesiones específicas. Viven en la ventolina de la historia, siempre están ahí, sin ser notados, hasta que se produce el particular estado de ansiedad que el torrente humano siempre inspira” (…) “En el luche está el volver, en ese volver está el vamos, en el vuelve está el luchar, en el vamos está la historia con sus diferentes ciclos. Estos existen en circunvoluciones nunca igual a como fueron antes” (…).

“Lucha y Vuelve y Vamos a Volver-con sus hilos percudidos de antigüedad y futuro-, pueden discutir un poco o bastante. Esa no es una discusión entre ellos sino entre sus diferentes características enunciativas” (…) “al volver siempre se adquieren rostros que antes no teníamos. No es necesario aclararlo. En el volver hay diferencia, distinción de un tiempo y de otro. El volver es un volver porque siempre es diferente. Los pueblos son como el agua, es el paciente y democrático volver. Como bien dijo Borges, los sentimientos más profundos, los motivos que despiertan la efusión de lo humano y lo político, siempre se extraen de lo más insondable de nuestras pasiones, que pueden ser las más desconocidas por nosotros mismos. Somos una verdad que es solo nuestra y acaso es ignorada por quienes llevamos banderas nuevas y antiguas. Los tiempos históricos, que son arenilla que escapa de los dedos, nunca son iguales a sí mismos. Siquiera hacen necesario decir que el volver será a condición de ser diferentes porque todo volver ya es por sí diferencia. Solo que se vuelve en los otros que vuelven. Y para distinguir un volver de otro volver hay que saber dos cosas. Una, que el corazón del problema es siempre el mismo. Es aquello por lo cual se es uno mismo, porque hay un malestar inquietante, un genérico malestar en la cultura. Que permanece en nuestra íntima compañía y en los aires de los tiempos. Y otra, porque siempre estaremos. Aunque varíe la hora, las circunstancias y uno o dos nombres propios”.

En su edición del 26 de marzo, Página/12 publicó un artículo de Claudio Scaletta titulado “Ajuste y multitudes”. Dice el autor: “(…) Basta que se junten dos interesados por la economía que no adhieran al oficialismo para que la pregunta recurrente aparezca. Su síntesis es: ¿son o se hacen? Pero es más profunda: remite a si el escenario económico del presente responde a un plan sistemático, coordinado y eficiente, con objetivos claros, o si contiene un alto componente de inexperiencia y torpeza en el manejo de la cosa pública. Quien tenga puesto el chip de la economía tradicional seguramente intentará responder mediante el análisis de la naturaleza de las medidas de política económica” (…) “Puede expresarse con un par de silogismos muy repetidos por la prensa del régimen. El primero es que las medidas económicas, luego del “necesario” shock inicial, permitirían bajar la inflación, lo que una vez conseguido se traduciría en la recuperación del consumo y del crecimiento” (…) “el segundo silogismo es que el crecimiento sería producto del cambio en las reglas de juego, las que permitirían cambiar la composición de la demanda agregada a favor de la inversión y en detrimento del consumo, lo que por el lado de la oferta aumentaría la producción” (…).

“Los silogismos funcionan separadamente, pero no en conjunto. Es evidente que no puede producirse una mejora de los ingresos reales de los asalariados (el grueso del consumo), en teoría como consecuencia de una baja de la inflación, al mismo tiempo que se hace caer la participación del consumo en la demanda” (…) “La selección de los dos silogismos no es casual.. A pesar de los resultados de 2016 el gobierno continúa repitiendo el primero, que la inflación bajará y mejorará el poder adquisitivo” (…) “El segundo silogismo, que incluía el rol dinamizador de la inversión, fue puesto en el freezer. Ahora se argumenta que sólo funcionará si se ganan las elecciones de medio término, el presunto certificado de garantía que exigirían los inversores internacionales. Todo muy científico”.

“Llegado a este punto es posible afirmar que la pregunta inicial es el resultado de un gran malentendido: las consecuencias de la política económica son más fuertes que los argumentos que se utilizan para legitimarla. Desde hace poco más de 15 meses la economía experimenta las consecuencias de un verdadero cambio de régimen. El regreso, tras el relativamente corto paréntesis nacional y popular, del neoliberalismo iniciado en 1976 que explotó en la gran crisis de 2001. La singularidad es que…no se trata ni del programa que se vendió en las elecciones ni el que se hace explícito en el ejercicio del gobierno. La consigna del duranbarbismo militante, que se manifiesta en la dialéctica cotidiana entre el discurso gubernamental y la prensa del régimen, parecería decir: “hagamos neoliberalismo sin decirlo”, a lo que sottovoce se agrega “que total la gente es boba y no se da cuenta”. Se confía en que el marketing político que tan evidentes resultados brindó para llegar al poder, seguirá funcionando en el ejercicio del gobierno”.

“Neoliberalismo”… es algo mucho más concreto. Es el gobierno de los ricos. Es el fenomenal proceso de transferencias económicas desde los ingresos de los trabajadores a un sector acomodado del capital, nacional y extranjero. Es el disciplinamiento de los asalariados a través de la amenaza de la pérdida del empleo. Es el intento de destrucción de la educación pública por la vía del ahogo financiero. Es la quita de medicamentos a jubilados que no pueden pagarlos. Es el endeudamiento externo acelerado, para financiar salidas de capitales, que pesará sobre generaciones y que afectará los grados de libertad de los gobiernos populares de la tercera década del siglo. El oficialismo implementó este cambio de régimen con un plan claro y consistente y avanzó a toda la velocidad que le permitió la política” (…) “El discurso de legitimación que tan bien funcionó en 2016, estalló por los aires gracias a las fuerzas de las multitudes” (…) “Con retardo comenzaron a hacerse presentes los anticuerpos de la memoria, la recuperación de la conciencia de los derechos y de la democracia en peligro. Mientras tanto, el gobierno que nunca tuvo la necesidad de llenar una plaza para llegar al poder, cree que todavía cuenta con el apoyo de las mayorías silenciosas y se agazapa detrás de su cerco mediático. Está convencido que podrá seguir con el ajuste interminable, sordo al grito de “basta” que empieza a colarse por todas las ventanas”.

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