Por Máximo Luppino.-

El Papa Francisco es uno de los líderes mundiales de mayor prestigio planetario. Centenares de miles de personas a lo largo de la Tierra se encuentran atentas a la palabra del Santo Padre. Su mensaje ecuménico de paz surca el ánimo de la gente llevando armonía y equilibrio de carácter a sus seguidores. Francisco desde su primer día de pontificado ha renunciado a todo lujo y ostentación, viviendo una vida simple acorde a las enseñanzas de nuestro señor Jesucristo.

De pronto, en su mismo país de origen, aparece un singular candidato a la presidencia de la Nación. Javier Milei insulta y ofende la investidura papal. Dijo Milei del Papa: “Es un imbécil y representa al maligno”, además de otros improperios ofensivos. Este ataque a Francisco generó una molestia generalizada entre muchos seguidores del jefe del Vaticano.

La barbarie del candidato libertario dio origen a una misa, organizada por el Equipo de Curas de villas y barrios populares de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Tuvo el objetivo de reivindicar la figura del Papa y rechazar «todo tipo de injurias, mentiras e insultos que se están manifestando en esta campaña electoral» por parte de Javier Milei.

Una multitud concurrió al santo oficio religioso, donde se reivindicó la trayectoria pastoral de Francisco. Se hizo en el mismo lugar donde el Papa concurría a compartir sus enseñanzas con los más humildes de la patria. Bajo el lema: “solidaridad para con los pobres” y reivindicando la Justicia Social, el evento religioso tuvo una gran carga emotiva. Dios nos regaló la vida. ¿Podremos nosotros regalar al prójimo un gesto de cariño?

El eje filosófico del ataque artero de Milei es que el candidato aborrece y rechaza la “Justicia Social”, en tanto que la Doctrina Social de la Iglesia representada por Francisco difunde como una virtud y obligación moral el fomentar la tan necesaria Justicia Social. Es una lucha entre el individualismo egoísta y el compromiso colectivo comunal.

La “doctrina” Milei es vender órganos humanos y hasta considerar ofrecer niños al mercado, contaminar ríos, aplastar nuestro banco central, colocar peajes en las cuadras y dolarizar nuestra vida diaria suprimiendo nuestra moneda. Son todas ideas tormentosas, quizás de una mentalidad inestable por lo menos. Parecen las propuestas libertarias un decálogo de las ciénagas del mal. Un “catecismo” de las cavernas, un proceder de mentes oscuras que sólo atienden los intereses del Ego, sin preocuparse del bien común. Jamás estuvo tan claramente expuesta la lucha de lo correcto con lo inadecuado, del bien contra el mal.

¿Qué nos llevamos de la tierra? Sólo es digno sembrar buenas acciones fraternales que nos dan paz y alegría. Somos felices en la dicha del prójimo, en la sonrisa de satisfacción de los humildes.

El Papa Francisco, un alma grande, un idealista que soportó en su cotidianidad el compromiso que contrajo con sus hermanos. Una mente lúcida, un gigante de la bondad, un hombre digno de admirar. La justicia social es un gran derecho de la humanidad doliente y en los seres que desean ser justos es una sagrada obligación que lleva al corazón a rebosar de alegría.

Milei está profundamente equivocado. No combatimos a Milei sino a sus pensamientos retrógrados y egoístas. El planeta en que vivimos es un “gran ser vivo”, como sus ríos y montañas. Cuidar la naturaleza es asegurarnos un futuro mejor.

La historia universal recordará con gratitud el ejemplo de vida brindado por Francisco.

¡Siempre lo bueno triunfa!

“Yo dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y comprendí que el servicio era alegría” (Rabindranath Tagore).

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