Por Claudio Valdez.-

“Los políticos profesionales continúan mintiéndole a sus representados”: con un Congreso que pretende como virtud funcional sus desaciertos en “urgidas y maratónicas sesiones”; con un Ejecutivo que desinforma excusándose en cualquier argumento; con una Justicia que “lleva a la larga” las inevitables sanciones. ¡Engaños para consumo de ingenuos o malintencionados!

Poderes públicos sin capacidad para confirmar y mantener por más de corto tiempo sus decisiones son los causantes de continuada ineficiencia en cuestiones laborales, comerciales, financieras, impositivas, fiscales, judiciales, educativas y de seguridad pública. ¡Imposible previsibilidad!

El Congreso, empleando sus atribuciones en validar leyes permisivas con finalidades demagógicas y otras “cuasi confiscatorias” para quienes dispongan de algún bien económico, opera como caja de resonancia de la debacle social: no se rebajan los impuestos indirectos sino, más bien, se incrementan los directos. La abusiva superposición contributiva no se corrige y así cobran sobre las “mismas fuentes” la nación, las provincias y los municipios. En tanto, por la causa que fuere, las infraestructuras necesarias siguen demoradas. ¿Quién así puede animarse a invertir?

La confesión reservada de un fiscal, que desde hace años tomó estado público, revela la causa de la morosidad, la diligencia o la celeridad de los Tribunales Federales: “La justicia de Comodoro Py no fue diseñada para que los delincuentes sean castigados. Fue diseñada para hacerlos zafar”.

A pesar de las declamaciones de los políticos profesionales por renovación y cambios, no alcanzaron 39 años de gobiernos electorales para la instalación de orden y seguridad en La Argentina. Libertad, justicia y equidad continúan siendo administradas “por exceso” o “por defecto” en perjuicio del ciudadano honesto y siempre a beneficio de intrusos, transgresores e invasores “malones” que al servicio de facciones, sindicatos y dudosas asociaciones desarticulan a la sociedad y promueven perniciosas contraculturas.

La renovada oligarquía que desde el año 1983 se encaramó en el Estado logró invalidar la república, arruinar al país y posicionar a la nación en situación menesterosa. Desentendiéndose de “estos culposos fracasos” los profesionales de la política insisten en exponer y prometer “necesarios cambios”. Aquellos que no concretaron muchos de quienes hoy los reclaman, no obstante haber desempeñado cargos estatales con habitualidad.

Triste verdad es: “¡El pasado que no pasa!”

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