Por Luis Américo Illuminati.-

Ideas-fuerzas e ideas-monstruos. “Las ideas tienen dos caras y dos valores o eficiencias distintas. Por una de sus caras la idea pretende ser espejo de la realidad; cuando esta pretensión se confirma decimos que es verdadera. La verdad es el valor o eficiencia objetivos de la idea. Mas por su otra cara la idea se prende al sujeto, al hombre que la piensa: cuando coincide con su yo íntimo, su carácter y deseos, aunque no sea verdadera, aunque carezca de valor objetivo, produce efectos automáticos (…) Se trata de un efecto análogo al que en las edades primitivas se atribuía a las palabras mágicas. (Ortega y Gasset: “El Espectador”).

En concordancia con el párrafo anterior y yendo un poco más lejos, podemos decir que las ideas pueden ser malas o buenas, algunas pueden cumplir un rol o función salvadora y otras, por el contrario, desarrollan una función destructiva. Las llamadas ideas-fuerzas (término empleado primeramente por Fouillée) surgieron para sostener ciertas estructuras que venían a reemplazar a otras ya obsoletas. Cuando las ideas apuntan a dividir a los pueblos son ideas-monstruos, como las denominó el poeta Paul Valéry, como el resultado no de un pensamiento ingenuo o débil sino como una distorsión de la memoria y la razón. Un ejemplo de esta anomalía es el comunismo y su legado el poscomunismo actual. El primero jamás mejoró a la sociedad ni fue antídoto o remedio contra el capitalismo salvaje, antes bien, sembró la discordia para tirar abajo los cimientos filosóficos y culturales de una comunidad como la nuestra, con el objetivo de establecer un régimen opuesto al bien común y favorable a la consolidación del mal.

El poscomunismo es un correlato funesto que marcha a contramano de todo lo bueno, santo y sagrado, es un legado insano que funciona como un sonámbulo que camina con un cartucho de dinamita en la mano. Esto mismo ocurre en la Argentina con el kirchnerismo, un engendro o espantajo que viene a ser una mezcla de poscomunismo con capitalismo patógeno. Una idea-monstruo que ha dado a luz a un golem que es idiota y letal al mismo tiempo. Una criatura frankensteiniana, creada con partes del cadáver del viejo peronismo. No se puede entender de otra manera el extravío de la idiosincrasia o mentalidad kirchneriana. Néstor Kirchner engendró a Cristina, ésta engendró a Amado y después a Scioli y a Alberto y, por último, a Massa, «el Aceitoso» -como lo apodó Enrique Avogadro-, de modo que se ha dado en la política argentina un fenómeno, una metamorfosis que parte de un insecto (una cucaracha) que se continúa a través de una serpiente Pitón -una suerte de Gorgona- que, a su vez, dio vida y cobertura a dos seres reptantes: candidatos a presidente, el primero un robot (un motonauta manco), el segundo un ignominioso títere y el tercero, un brujo, «un monje negro», una variación tardía del lopezreguismo, el brujo isabelista, una especie de Rasputín argento como lo fue José López Rega.

Al borde de la anarquía

Como era de esperarse, el oficialismo -con la Vice a la cabeza- como teme una segura derrota el 22 de octubre, apela a cualquier medio abominable para lograr sus «fines», igual de abominables en tren de seguir en el poder a cualquier costo que sea. La vocera Cerruti, perteneciente a la agrupación de raza de víboras, sin prueba alguna salió a acusar a Milei de promover los saqueos de los supermercados, afirmaciones que la opinión pública en general no sólo no le creen, sino que rechazan categóricamente cualquier mensaje de la vocera y sospechan -aunque Raúl Castells, extraño lumpen, curiosamente a último momento se hizo cargo de instigar los saqueos- que los integrantes de La Cámpora, acólitos y demás corifeos kirchneristas como Belliboni, Pérsico, Grabois, Luis D’ Elía y demás operadores «K» son quienes tras bambalinas han promovido estos desórdenes sociales con el propósito de frustrar las elecciones e impedir en el caso de que gane Milei o Silvina Bullrich, se les acabe la fiesta (sórdida orgía) y caigan presos muchos de los pillos del régimen kirchnerista, runfla de psicópatas, rufianes y sinvergüenzas.

Ser feliz en la Argentina: una utopía

Para Schopenhauer, con no ser desgraciado y tener una buena y serena vida, ya se es feliz, o suficientemente feliz, al menos. Y dado que la alegría, el deseo y el sufrimiento, entre otros factores, juegan en nuestra contra, no hay otro camino que aprender a ser felices. Para entender bien el pensamiento de Arthur Schopenhauer necesitamos desarrollar, al menos, dos disposiciones del espíritu. Una, no perseguir nunca la felicidad, ya nos alcanzará ella cuando menos lo esperemos. Y dos, asimilar que es nuestra manera de comprender el mundo lo que condiciona, en gran medida, la recepción de los acontecimientos. Así lo dejó escrito: «Lo que produce nuestra felicidad o desgracia no son las cosas tal como son realmente en la conexión exterior de la experiencia, sino lo que son para nosotros en nuestra manera de comprenderlas». Si la fortuna ama a los audaces, la felicidad parece acompañar a los serenos, los bondadosos y a las personas de buen carácter (David Lorenzo Cardiel; ethic.es).

Colofón. Muy bien Don Arthur, pero yo creo que si Ud. viviera en la Argentina en estos momentos, tendría que pensar en otra clave para no perder la calma y poder soportar a la corrompida, perdida y mala yerba que es esta mierda de gobierno que tenemos, un gobierno enfermo que se escapó del manicomio y nadie con agallas y valores lo regresa al mismo lugar de donde vino.

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