Por Carlos Tórtora.-

La escapada del dólar es simétrica con la sensación de que Alberto Fernández está perdiendo el poco poder que le quedaba. Este último tramo de la decadencia presidencial tuvo su punto inicial con el despido de Matías Kulfas del Ministerio de Desarrollo Productivo. No se trata de que la presencia del exministro fuera valiosa sino de que su salida -y la aparición de Daniel Scioli como su sucesor- pusieron en evidencia que el presidente carecía de fuerza para sostener a su entorno y que le cedía el timón del gobierno a Cristina Kirchner. El clima de incertidumbre dio paso a un reacomodamiento de fuerzas dentro del gobierno y la mayoría de los ministros, con excepción de Santiago Cafiero y Claudio Moroni, empezaron a desfilar por el despacho de la vicepresidenta en el Senado. Se fue operando así una real transmisión del mando a ella, quedando el presidente limitado a las relaciones internacionales y la defensa de la gestión de Martin Guzmán. Éste, en caso de que el aumento del dólar se traslade a los precios, se quedaría sin margen político para subsistir con una inflación superior a la actual. La reunión de la expresidenta con Carlos Melconian dejó su mensaje: que ella está buscando un ministro de economía. Y las nuevas trabas a las importaciones demuestran por dónde pasan las decisiones.

El principio del fin

Mientras tanto, los principales aliados de Alberto lo van abandonando. El jefe del Movimiento Evita y Secretario de Economía Social, Emilio Pérsico, estaría profundamente decepcionado porque esperaba, en vano, que el presidente lo defendiera de los ataques de CFK, que quiere transferir los planes sociales a los gobernadores e intendentes.

Pero lo que habría sorprendido a los albertistas es que al menos una parte importante de la cúpula cegetista haya puesto en duda la realización del acto de pasado mañana de homenaje a Juan Domingo Perón con el presidente como orador, al mismo tiempo que se habla de un paro general y una movilización contra la política económica.

La percepción de que la vicepresidenta empieza a llevar el día a día del gobierno mientras que Alberto se recluye en Olivos con su séquito, es, sin duda, una de las explicaciones del agravamiento de la situación económica. Los mercados descuentan ahora que ella está tomando las riendas y que el kirchnerismo duro va a quedarse con el control de la política económica.

Es poco probable que el presidente pueda recuperar una imagen de poder y se advierte una tendencia a caer cada vez más. De acá a que empiece a rodar la pelota del Mundial y la sociedad se vuelque al futbol, quedan cinco meses. Una eternidad para un Alberto que ya apenas conserva las formas del ejercicio del poder.

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