Por Jorge Castro.-

El sector agroalimentario argentino es un complejo productivo que abarca desde la producción primaria hasta la investigación científica y biotecnológica de avanzada profundamente insertada internacionalmente, mediada por la actividad agroindustrial de una industria aceitera y de harina de soja que son las primeras del mundo. Este complejo responde por más de 70% de las exportaciones en 2022, y es el único proveedor en gran escala de divisas del país.

Debido al contexto mundial ampliamente favorable para la Argentina, las exportaciones superaran este año U$S 90.000 millones, las más elevadas de las últimas dos décadas. El sector realiza esta actividad con un nivel de productividad que es 30% superior al de los otros sectores, y que se equipara, o incluso supera, a los más avanzados del mundo, con especial referencia a Estados Unidos, la primera potencia agroalimentaria global.

En términos estructurales, el sector agroalimentario representa un estándar de productividad y competitividad que se ha transformado en el marco de la Argentina posible para las otras actividades productivas. A esto hay que agregar su carácter esencialmente nacional, al punto de haber incorporado a las principales empresas trasnacionales de los agroalimentos en el mundo, como expresión de un país potente, seguro de sí mismo y profunda e irreversiblemente insertado en el proceso de globalización.

Un sector semejante rechaza por necesidad una concesión meramente “corporativa” o “gremial” de los acontecimientos y necesita desarrollar una conciencia esencialmente política de la situación del país, con una dimensión de alcance global de lo que sucede en el mundo -sus tendencias y grandes cambios económicos y tecnológicos en primer lugar- incluyendo el significado de sus principales conflictos, como por ejemplo la Guerra de Ucrania y las sanciones internacionales impuestas a Rusia, que han desatado las tres grandes crisis globales de la época, que son la alimentaria, la energética y la inflacionaria.

Pero en especial requiere disponer de una visión lucida y acabada de la crisis política argentina, que está centrada actualmente en la fractura y descomposición del sistema de poder vigente desde el 10 de diciembre de 2019.

En las crisis políticas de la Argentina lo esencial es siempre lo que está a la vista y se manifiesta en la actividad de los protagonistas, sin importar, por completamente irrelevante, sus intenciones y subjetividades.

Lo esencial de la renuncia del ministro Guzmán es cuando señala que la fractura del sistema gobernante le impide enfrentar las variables decisivas del “dólar, la inflación y los servicios públicos”. Esto sucede cuando el piso de la inflación es 72% anual y se orienta a adquirir 3 dígitos a fin de año (100% o más), con un rechazo masivo y creciente de la moneda nacional, que se revela en una brecha cambiaria de casi 100%, que se acentúa al ritmo de la crisis política que provoca un auge exponencial de la incertidumbre, tanto en el mercado como en la ciudadanía.

En un sistema absolutamente presidencialista como el argentino, la completa desaparición de la autoridad presidencial del Alberto Fernández ha desatado un inmenso vacío de poder que paraliza todas las decisiones.

Ante esta situación, lo fundamental es advertir que todos los actores del sistema dominante se han quedado sin margen alguno de acción. El Banco Central ha perdido la totalidad de sus reservas, y opera ahora con un saldo negativo. También el gobierno se ve impedido de recurrir al endeudamiento internacional, así como al crédito interno en pesos moneda nacional, mientras ha demostrado su total incapacidad para acumular dólares en el Banco Central, a pesar de disponer de las mayores exportaciones de la historia argentina en las últimas décadas, con un precio récord de los commodities agrícolas.

El sistema de poder vigente se encuentra, en suma en una crisis terminal, con características de descomposición generalizada y creciente, en una situación de profunda impotencia política. En estas condiciones el papel estratégico político del sector agroalimentario es cada vez más relevante y su importancia crece en relación inversa a la incertidumbre que provoca la desintegración del régimen vigente. En Este contexto, corresponde situar la significación del paro agropecuario convocado por la Mesa de Enlace para el miércoles 13 de julio.

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