Por Carlos Tórtora.-

La ofensiva de JM a través del DNU 70/2023 y la ley ómnibus sorprendió a la oposición, que no esperaba tanta velocidad y profundidad de las medidas en los primeros días de gobierno. La situación la graficó Juan Grabois al admitir que la dirigencia opositora iba a darle 100 días de espera al gobierno pero que con esta situación la espera se reduce a cero.

Siempre a través de trascendidos, el presidente dejó correr que pueden prosperar dos negociaciones. La primera es con los gobernadores y se refiere a revertir la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias si los mandatarios presionan para que sus diputados y senadores nacionales sancionen la ley ómnibus. La segunda es con la CGT y consiste en el levantamiento del paro anunciado para el 24 si el gobierno deja de lado algunas de las medidas de reforma laboral contenidas en el mega DNU.

El caso es que la dirigencia opositora desconfía de la voluntad negociadora de JM, que hasta ahora se mostró exclusivamente como un líder confrontador. Para la dirigencia política y sindical, la encrucijada está clara: si negocian con la Casa Rosada y el malestar social aumenta rápidamente, podrían quedar totalmente descolocados ante la sociedad. Hay indicios significativos. Por ejemplo, una medición de Zuban Córdoba que indica un descenso de la imagen positiva presidencial de un punto por día. Si está tendencia se afianza, la conflictividad social sería inminente y el peronismo no podría darse el lujo entonces de aceptar el DNU o convalidar la ley ómnibus. En síntesis, hay señales de que una parte del electorado que votó a Milei ya está pasando a oponérsele. De confirmarse esto, el gobierno corre contra el tiempo mucho más forzado que lo previsto. El margen de la paciencia social sería muy estrecho y la necesidad de que las medidas tomadas tengan efectos positivos para la gente serían urgentes. La profundidad del ajuste bien puede entonces producir una escalada de reacciones En otras palabras, que el pacto entre la clase media y Milei sería frágil e inestable.

Para la oposición, la opción parece ir aclarándose: si negocia a ojos vista con el gobierno y hay una reacción social contra el oficialismo, la dirigencia política y sindical opositora podría quedar descalificada.

Kicillof

El otro problema, en este caso del peronismo, es la instalación de un jefe de la oposición que sea el centro de referencia del conjunto. Con Sergio Massa muy deteriorado luego de su derrota, el traje le cabe solamente a Axel Kicillof, el que día a día se va instalando en su nuevo rol. Todavía le falta probarse como primus inter pares de los demás gobernadores peronistas y además cimentar su influencia en la Cámara de Diputados, donde hay fricciones con Máximo Kirchner.

En síntesis, la ofensiva relámpago de Milei es una apuesta a todo o nada y sorprendió a la oposición, que se ve obligada a reaccionar ante la posibilidad de que el gobierno genere reacciones sociales importantes.

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