Por Carlos Tórtora.-

El año político terminó con una -o varias- volteretas del gobierno que marcaron correcciones de rumbo económico. La más notoria fue que Mauricio Macri habilitó que se modificara la meta inflacionaria en 50 por ciento a la suba, a pesar de que el día anterior había logrado que el Senado sancionara la original en el presupuesto. El derrotado fue Federico Sturzenegger. Y en el Gobierno se impuso el criterio que enarboló el vicejefe de gabinete Mario Quintana de que «con una tasa de interés de casi el 30% se está afectando al crecimiento». La reacción opositora ante esta insólita corrección de un presupuesto que acababa de votarse fue casi nula y luego vino la inevitable confirmación del presidente del Banco Central por parte del CEO premiado del gobierno, Marcos Peña. Como es obvio, el Gobierno acusó recibo de que las protestas sociales contra la reforma previsional -y sobre todo el recomienzo de los cacerolazos esa noche- indicarían el comienzo de una agitación que, con los aumentos de tarifas de gas y electricidad previstos para febrero y el incremento de la canasta escolar auguran un marzo demasiado conflictivo. Esto explicaría -entre otras razones- la derrota de Sturzenegger y la apuesta a acelerar el crecimiento con más inflación, subiendo el dólar a más de 20. En el camino quedó herida la autonomía del Banco Central, uno de los indicadores de confiabilidad más importantes que mide el sistema financiero internacional y se instaló más fuerte la sensación de que el Gobierno tiene a la vista una crisis de su política económica a menos tiempo del previsto.

Lo cierto es que la realidad regional que se insinúa para el 2018 está lejos de ser lo gratificante que parece para Macri, distinguido como presidente del G 20. El dato central es que habrá elecciones presidenciales en México, Colombia y Brasil, es decir, los tres países que, sumados, contienen a casi dos tercios de la población de América Latina. En el caso particular de Brasil, el giro que tome su profunda crisis interna afectará directamente al mercado argentino. Los analistas de mercados están entre los más preocupados por qué puede llegar a ocurrir si se verifica la tendencia a una nueva oleada de apoyo a los candidatos populistas. Un extenso informe de la firma Nomura y Pacific Investment Management marca la prepocupación de que los nuevos líderes puedan revertir las políticas destinadas a recortar el déficit fiscal y abrir el sector energético, respectivamente. Mientras tanto, un ex guerrillero en Colombia tiene un amplio respaldo para propuestas que incluyen aumentar los impuestos a los inversionistas en acciones y a los terratenientes.

El mes pasado, consigna el informe, el real brasileño encabezó las pérdidas entre las principales monedas después de que una encuesta mostrara que los favoritos del mercado estaban rezagados con miras a las elecciones de octubre de 2018. La mayoría de los encuestados expresaron su apoyo al ex presidente populista Luiz Inácio Lula da Silva, quien está luchando contra cargos de corrupción. El segundo en la encuesta fue el diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro, mejor conocido por sus protestas contra la homosexualidad y una firme postura de ley y orden.

El informe de Nomura señala que en México el candidato populista Andrés Manuel López Obrador tiene una buena oportunidad de convertirse en el próximo presidente del país en julio y que esto tiene a operadores refugiándose en el mercado de opciones para protegerse contra una venta generalizada. López Obrador ha señalado su oposición a los cambios constitucionales aprobados bajo el presidente Enrique Peña Nieto, en particular, el final de la propiedad estatal del monopolio de la producción de electricidad a través de Petróleos Mexicanos.

Nomura estima que el peso mexicano podría caer 10,6 por ciento si López Obrador consolida su liderazgo en las encuestas. La moneda pasó de tener el mejor desempeño entre las 31 principales monedas en el primer semestre del año a una con uno de los peores desempeños en el segundo semestre, conforme los operadores tuvieron en cuenta el TLCAN y los riesgos políticos en el precio.

Los riesgos de la carrera presidencial colombiana parecen más equilibrados. Una reciente encuesta sobre las elecciones de mayo de 2018 mostró a Sergio Fajardo, el ex alcalde de Medellín que tiene una posición pro-empresarial, a la cabeza. Pero las encuestas anteriores tuvieron a la cabeza el candidato menos preferido de los mercados, Gustavo Petro, el ex alcalde de Bogotá.

No hay que dejar de mencionar que en dos de estos procesos electorales, Colombia y Brasil, uno de los ejes centrales de los mismos son los escándalos de corrupción en torno a los contratos de Odebrecht que implican a los gobiernos de ambos países. El tema, instalado a este nivel, no podría sino perjudicar al macrismo, que ya tiene varias causas iniciadas con el nombre de la famosa consultora en la carátula.

A este panorama le falta la mención de que todo indica que habrá elecciones presidenciales en Venezuela, ya que vence el mandato para el que fuera electo Hugo Chávez en octubre del 2012. Si bien Nicolás Maduro no conduce un movimiento revolucionario regional como lo hacía Chávez, la confirmación en el poder del chavismo no sería una buena noticia para los gobiernos pro-mercado.

Semejantes perspectivas le anticipan al macrismo un año cruzado por la tensión social y la aparición de acciones opositoras cada vez más importantes.

La pregunta que se impone sola es, si se confirma una nueva ola populista en América Latina, ¿será CFK la beneficiaría de este proceso?

Deteriorada en su poder político real y con su entorno disminuido por bajas como la de Carlos Zannini (preso ahora en Ezeiza), la ex presidente está consiguiendo sin embargo sobrevivir bastante bien al acoso judicial. Hay que tomar nota de que el juez federal Sebastián Casanello acaba de elevar a juicio oral y público la causa conocida como la ruta del dinero K. Irán a juicio Lázaro Báez, sus cuatro hijos, Leonardo Fariña, Federico Elaskar y Fabián Rossi. El fiscal Guillermo Marijuán pidió la indagatoria de CFK pero el juez se negó y ésta no será juzgada.

Todos unidos con Vidal

Con un escenario sumamente tormentoso por delante, el macrismo intenta blindarse del único modo que encuentra: convirtiendo a María Eugenia Vidal en una supergobernadora. Después de 25 años, se tomó una decisión sobre el Fondo de Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense, creado en 1992, entre otras cosas, para seducir a Eduardo Duhalde a abandonar la vicepresidencia y hacerse cargo de la provincia con fondos frescos para obra pública. El dinero que formaba aquella caja ahora se coparticipará y, por nueva división, la provincia aumentará en un 3000% lo que percibía hasta ahora. O sea, 19.000 millones por año para las arcas provinciales.

La necesidad del macrismo de fortalecer a su figura más carismática y a su bastión político más importante, le han permitido a Vidal negociar un statu quo con prácticamente todos los sectores del peronismo. Sergio Massa lo hizo una vez más en forma pública y abierta. La liga de intendentes que ahora conduce con Gustavo Menéndez el PJ bonaerense también acordó más discretamente y el kirchnerismo pacta situaciones puntuales evitando un acuerdo general.

Este panorama encierra a pocos meses más una contradicción que equivale a dos trenes que marchan, frente a frente, por direcciones opuestas pero en la misma vía. En 2019, Cambiemos juega su destino político no sólo en retener la presidencia sino en acrecentar su poder político en Buenos Aires. Y esto lo conseguiría sólo si desplaza de sus cargos a una veintena de intendentes peronistas que gobiernan buena parte del segundo cordón electoral. La paz de éstos con Vidal para asegurar la gobernabilidad es entonces el prólogo de una batalla que comenzaría antes de que termine el 2018. Macri necesita que el PJ retroceda y deje de ser una fuerza política nacional de primer orden para convertirse en una confederación de partidos provinciales de provincias chicas, sin peso decisivo en los principales distritos del país: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, porque en Capital ya el peronismo no gravita.

La coexistencia de Vidal con el peronismo bonaerense le permitiría al macrismo, una vez llegada la hora de confrontar, quedarse con un sector de properonistas dispuestos a apuntalar al gobierno. Pero para dividir el voto peronista, el oficialismo necesita a su vez de una economía que sustente mejores niveles de consumo y empleo.

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