Por Carlos Tórtora.-

Cristina Kirchner arremetió ayer con un alegato que no innovó sustancialmente su planteo anterior. No refutó las acusaciones del fiscal Diego Luciani y se limitó a escudarse detrás de la legitimidad de los actos administrativos de las licitaciones que se le adjudicaron a José Báez, como si no fuera obvio que los mecanismos mediante los cuales se cometen delitos en cualquier gobierno gozan de legitimidad por el respaldo que les otorga del poder político. Con mucho mayor bagaje técnico, el alegato del defensor de la vicepresidenta, Carlos Beraldi tampoco consiguió desestimar la existencia enormes sobreprecios, el fabuloso enriquecimiento de Báez vinculado a los Kirchner y las vinculaciones de CFK con Austral Construcciones. Pero el alegato de Cristina también pone en evidencia otra cosa: el cansancio luego de la desesperada ofensiva política emprendida luego -o gracias- al alegato de Luciani y Mola. El kirchnerismo apareció repentinamente como renovado, ganando la calle y posicionándose ella como la jefa indiscutida del peronismo. Paralelamente, Sergio Massa aparecía en el firmamento oficialista como una estrella naciente, con grandes posibilidades de encauzar la economía.

Este juego de pirotecnia duró pocas semanas. Hoy Massa ya luce ensombrecido por la falta de instrumentos para bajar la inflación y su figura baja en las expectativas de la gente. En cuanto a ella, el atentado, pese a su gravedad, no parece haberle permitido acumular más poder mediante el apoyo social. Pese a los avances de la investigación que dirige la jueza María Eugenia Capuchetti, más del 50 por ciento de la población sospecha de la autenticidad del atentado, lo que muestra el estado de ánimo social.

En términos de estricta política, la vicepresidenta retomó la iniciativa política pero le cuesta ahora retenerla. La dirigencia peronista, poco entusiasta con la ofensiva cristinista -particularmente los gobernadores e intendentes- se pregunta ahora qué tiene para ofrecerles ella para las elecciones del año que viene. En otras palabras, la estrategia de centrar todo en la defensa de su figura la acerca a Cristina a una situación de creciente desgaste.

Victorias simbólicas

En medio de este ejercicio de la iniciativa fallida, la vicepresidenta recrea victorias simbólicas. La media sanción por el Senado de la ampliación de la Corte Suprema a 15 miembros es una maniobra sin destino. Las razones son dos, es de hecho imposible que el proyecto consiga la media sanción en Diputados y, aunque se sancionara la ley, después no podría el gobierno designar los jueces de la Corte porque no cuenta con los dos tercios del Senado.

Esta victoria simbólica es otro de los factores que habla de que la posesión de la iniciativa política empieza a ser fallida para el kirchnerismo.

Esto se disimula por la incapacidad de JXC de ocupar la centralidad mediante una propuesta política y económica unificada. Esta inercia de la dirigencia opositora es lo que le permite a CFK moverse todavía con cierta comodidad.

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