Por Carlos Tórtora.-

Cuando falta todavía toda la campaña electoral para noviembre, abundan ya, sin embargo, las especulaciones acerca de lo que ocurrirá después. Horacio Rodríguez Larreta está convencido de que, ganando bien la Capital María Eugenia Vidal y perdiendo por escaso margen Diego Santilli en Buenos Aires, él podrá emerger en noviembre como jefe de la oposición y primer presidenciable. Sin embargo, el jefe de gobierno temería un resurgimiento del eje compuesto por Mauricio Macri y Patricia Bullrich, reclamando una ofensiva de Juntos por el Cambio sobre el gobierno, aun cuando éste aumente su actual cantidad de bancas. La impresión de algunos dirigentes del PRO es que a Larreta le cuesta controlar su frente interno, así como la relación con la UCR, que pretende un trato igualitario con el macrismo de cara al 2023. El larretismo busca un atajo para encumbrar a su jefe por sobre la interna opositora y lanzarse entonces a la carrera presidencial. La jugada consistiría en que sea el kirchnerismo el que consolide a Larreta eligiéndolo como jefe de la oposición para un diálogo poselectoral. De algún modo, este juego ya había comenzado durante los primeros tiempos de la pandemia el año pasado, cuando Larreta y Alberto Fernández compartían la misma mesa de los anuncios oficiales. Posteriormente, el primero se apartó al entrar en crisis el apoyo social al presidente y todo terminó en la batalla por la presencialidad escolar.

Ahora se prepararía un nuevo diálogo y el operador más activo del tema sería un antiguo amigo de Larreta, Sergio Massa. Éste tejería un acuerdo concreto: Alberto reconocería a Larreta como jefe de la oposición a cambio de que éste apoye el acuerdo al que llegaría el gobierno con el FMI. Entre las exigencias del Fondo estaría la aprobación opositora al acuerdo.

Preparativos

En el kirchnerismo ya se practican buenos modales con el larretismo. El jefe de gobierno no recibe ningún ataque del aparato mediático oficial, mientras que son permanentes las embestidas contra Macri y Bullrich. También es obvio que entre Santilli y Vidal por un lado y Victoria Tolosa Paz y Leandro Santoro por el otro hay un pacto de no agresión. Esta situación está influyendo en los posicionamientos ya que, luego de que Javier Milei insultara a Larreta, Macri declaró su simpatía por el economista liberal. También hay que apuntar que, en el caso del supuesto contrabando de material de seguridad a Bolivia, el gobierno sigue buscando pruebas que involucren a Macri y Bullrich.

Volviendo al kirchnerismo, el nuevo pacto entre Alberto y Larreta cuenta con la complacencia de Máximo Kirchner -de buen dialogo con Vidal-, que se ocuparía de convencer a su madre.

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