Por Mariano Aldao.-

“Muerta o presa, no importa, pero no me voy a callar nunca” decía en su reaparición pública CFK en la charla que dio en la UMET.

Una pena que haya callado cuando tuvo la oportunidad de hacerlo frente al Fiscal Luciani, que fue quien desnudó el sutil entramado de corrupción que existió durante los gobiernos kirchneristas y el mal llamado empresario Báez.

También pidió disculpas “por todo aquello que no hayan podido cumplir durante su década ganada”. Aunque a esta altura del partido, parece un poco tarde para hacerlo.

En tal caso, va a estar bueno que no calle nada, cuando sea llamada a declarar como imputada en las causas penales que se avecinan en la Justicia.

Porque los argentinos, todos, los militantes que le creyeron y los otros que no, nos merecemos saber cuál es la verdad de los hechos (de la milanesa en jerga popular) de todo lo ocurrido desde el 2003 hasta la fecha. Y si es culpable, que cumpla la condena en la cárcel (aunque por la edad sea domiciliaria), pero nunca muerta, debemos erradicar las vendettas, para siempre, y propiciar los justos juicios.

Para que una nueva Argentina podamos reconstruir e invitemos a volver a aquellos que se fueron, pensando en un futuro como el que imaginaron nuestros mayores para nuestra República.

Y será justicia.

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