Por Jorge Enrique Yunes.-

Había una vez un pueblo llamado Peronia. Sus habitantes vivían, más que felices, esperanzados, porque su gobernante, si bien no cumplía, siempre les prometía el oro y el moro. Pasado un largo tiempo de penurias, llegó un forastero de Liberonia. A éste, no lo conocía nadie, pero también, al igual que el otro, les prometió el oro y el moro, destruyendo lo hecho hasta ahora por el viejo gobernante. Ambos bandos de simpatizantes, Peronios y Liberonios, se enfrentaron encarnizadamente. Finalmente los Peronios sucumbieron a los Liberonios y su líder, que también les había prometido el oro y el moro, no cumplió nada de lo prometido y se quedaron vacíos. Sin nada. Sin ni siquiera lo que habían obtenido de su viejo gobernante Peronio. Angustiados, fracasados y desesperanzados, sólo les quedó vagar por una tierra ya agotada, consumida y estéril, añorando viejos tiempos que nunca más volverían. A veces la realidad suele superar a la ficción. Está en nosotros el actuar con prudencia y sabiduría.

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