Por Ovidio Winter.-

La imagino cada mañana, al despertar, haciendo lo mismo que hacemos todos cuando nos levantamos.

Frente al espejo, la imagen que nos devuelve suele ser el reflejo de lo que pasa en nuestro interior.

No siempre, pero algunas veces, esa imagen nos traslada a momentos pasados donde esa figura que hoy observamos lucía de otra manera, en especial cuando ese ritual acontece tras haber dejado atrás varias décadas y la aparición de pliegues en nuestro rostro junto con algunas manchas en la piel nos avisan que lo que queda es más corto que lo vivido. Y es entonces que, no siempre (aunque a veces suceda), nos buscamos, tal como éramos hasta que un click devuelve a nuestros ojos la imagen actual. Y es en ese instante en que comparamos lo que fuimos, con lo que somos hoy, en lo que nos hemos convertido.

La imagino a Ana María tratando de encontrar a esa figura, que supo ser respetada, hoy convertida en moneda de cambio, prestándose a una estrategia macabra que generará conflicto entre poderes, uno de ellos la institución a la que dedicó toda su vida y abrazó con pasión.

La imagino frustrada sabiendo que su presencia, en el lugar al que acuda va a estar asociada a esa persona que fue respetada y que terminó convirtiéndose en una triste moneda de cambio.

Share