Por Luis Orea Campos.-

Las flamantes declaraciones del presidente electo respecto de sus ideas para encaminar la economía ratifican sin ambages lo expresado hace tiempo en esta columna: el principal problema de la economía del país lo constituyen las “Leliqs” emitidas por el Banco Central.

Sin presumir de que no nos mencionan pero nos leen, el Informador Público fue el primer medio en dar la alarma y poner en la vidriera este aserto que economistas, analistas estrella y reputados gurúes se encargaban muy prolijamente de mantener fuera de la vista del público para no inquietar a sus clientes, los grandes bancos.

El reconocimiento por parte de Milei de que ninguna medida gubernamental respecto del ámbito cambiario puede prescindir de una ingeniería que permita la canalización de esta inmensa laguna de liquidez financiera que crece día a día y amenaza romper el dique representado por los cheques diferidos emitidos por el BCRA -que Infobae llama eufemísticamente “promesas de pago”- demuestra que el nuevo próximo titular del Ejecutivo tiene los pies sobre la tierra y es consciente de cuáles son los riesgos que es preciso conjurar prioritariamente y cuanto antes para aventar el peligro de la hiperinflación que se cierne ominosamente sobre el país todo.

La gran duda es ahora qué mecanismo elegirá la conducción económica para lograr neutralizar el impacto de esa gran masa de dinero sobre la estructura financiera, o en otras palabras, sobre quién recaerá el peso de lo que se resuelva como salida.

Porque, por más ingeniosa que sea la ingeniería sobre la que, según dice Milei, se está trabajando, la basura aún está bajo la alfombra que Pesce se encargó de extender irresponsablemente tiene que ir a parar a algún lado y no va a ser fácil transformarla en instrumentos apetecibles para eventuales inversores nacionales o extranjeros o en un plan tipo Bonex medianamente digerible para los depositantes.

Esta columna se permite apostar una ficha a que el elenco económico va a encontrar una salida a la problemática, porque, si algo le sobra al equipo ganador, es creatividad y audacia para encarar los desafíos que le propone el desolador panorama que dejan los embrollos, papelones y ridiculeces que jalonaron la olvidable gestión de un sujeto intelectualmente amorfo y moralmente irresponsable como Alberto Fernández.

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