Por Luis Orea Campos.-

Hace unos tres meses, cuando muy pocos tocaban el tema del déficit cuasifiscal -y sólo muy tangencialmente- desde esta columna se señaló que periodistas especializados y reputados economistas eludían profundizar el tratamiento de un tema que se describió metafóricamente en la nota como “una mecha encendida que va directo a un polvorín que mes a mes aumenta sus dimensiones y nadie sabe cómo apagarla” y que “no explican las posibles y temibles consecuencias, ni ofrecen recomendaciones para controlar los daños que seguramente sobrevendrán”.

Aunque varios grandes medios y muchos capitostes simulan no leer el Informador Público y jamás lo mencionan, lo cierto es que a partir de la publicación de ese artículo comenzó un movimiento subterráneo que obligó a varios periodistas a preguntar y a varios gurúes a expedirse sobre el tema aunque muy tibiamente.

Ejemplo de ello, dos días después de publicarse el artículo en el Informador Público José del Río en La Nación+ (Oh, casualidad) le pregunta a Melconián: -¿Qué hay que hacer con lo que los economistas denominan “la bola de Leliq”? y Melconián sale con elegancia del compromiso -o por lo menos eso es lo que pensó él- repitiendo lo que básicamente todos sabemos, es decir, que esa “bola de Leliq” es la emisión por los déficits fiscales y la compra de deuda interna de los últimos años postergada y acumulada en el pasivo del Banco Central.

Pero por cierto no respondió a la pregunta, ni dijo que receta elaboró el equipo técnico de la institución él que preside para eventualmente desactivarla antes de que la lava se derrame sobre la gente.

Y así la preocupación desatada por la nota fue creciendo y generando comentarios más incisivos de los analistas y motivando cada vez más consultas -en sordina, por supuesto- de empresarios inquietos por la maduración de este verdadero huevo de Godzila hasta hacer eclosión, luego de una insípida declaración de Pesce, en los comunicados de los bancos de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba, privados nacionales) y de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA, extranjeros) que, en homenaje al Informador Público, se vieron obligados a emitir ante la onda expansiva originada en esta hoja digital.

Así, después de afirmar enfáticamente que las Leliqs no son una “bomba” destinada a explotar ni una “bola de nieve” que crece autónomamente, y que son un pasivo remunerado en pesos del BCRA que puede -y debe- gestionarse en forma consistente con la baja de la inflación, cumpliendo las obligaciones del Estado y manteniendo la estabilidad financiera, reconoce que el monto de la deuda supera los 20 mil millones de millones (no es una repetición) de pesos lo que representa tres veces la base monetaria (el dinero en poder del público) o el equivalente al total de reservas brutas del BCRA. Bueno, la gente puede quedarse tranquila.

A continuación el comunicado despliega a título de receta una batería de consideraciones que, dadas las actuales circunstancias políticas, bien pueden calificarse de loables expresiones de deseos que se verá en la práctica si se materializan, pero que por lo menos responde en parte a los interrogantes que esta columna puso sobre el tapete periodístico.

Ahora bien, podría resultar extraño el silencio de los gurúes que no ha ensayado hasta ahora un análisis técnico de las propuesta formuladas por los Bancos – a pesar de que podrían hacerse un picnic con varias de sus partes – si no fuera que como se sabe hay hilos invisibles al radar público y que unen los intereses de ambas partes en que la inquietud de la gente no provoque una estampida antes de tiempo dado que la mecha se sigue acortando.

Sin embargo de ello, sería edificante que los aspirantes a desalojar al actual costoso inquilino de la Casa Rosada se tomaran con más seriedad el asunto antes de que la Argentina vuelva a revivir las revulsiones sociales de principios de siglo.

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