Por Germán Gorraiz López.-

El establishment o sistema dominante de la sociedad española utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que conformará una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable, teniendo como efecto colateral la desaparición de la conciencia crítica.

El ideario de Feijóo

El pensamiento de Feijóo no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y sufre de un delirio de grandeza que provoca que “el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión” (Derrotar al Sanchismo).

Para lograrlo, Feijóo estaría utilizando en la campaña electoral el manual ayusiano cuya paternidad sería atribuible al anterior asesor de Trump, Steve Bannon y que consiste en “crear un mundo virtual y paralelo aderezado de mentiras y medias verdades que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional» y perseguiría la instauración de una democracia no liberal, siguiendo la estela de Viktor Orbán y el Grupo de Visegrado para lo que necesita lograr una holgada victoria en las Elecciones del 23J que le permita conformar un Gobierno en solitario o en su defecto, un Gobierno de coalición con Vox.

El cisne negro de Feijóo

Sin embargo, tras vencer con holgura a Pedro Sánchez en un mediático debate y ya en la recta final de la campaña electoral, Feijóo se habría despertado una mañana en TVE 1 con un inesperado cisne negro que estaría amargando sus horas de vino y rosas previas al 23J.

El término cisne negro designa a un “acontecimiento inesperado e impredecible que produce consecuencias a gran escala y que es explicable solamente a posteriori”.

En el caso de Feijóo, ese cisne negro habría adoptado la forma de una «rara avis» del periodismo llamada Silvia Intxaurrondo (despedida de Telemadrid tras realizar una entrevista que incomodó hasta el paroxismo a Díaz Ayuso), pero que sin embargo no habría olvidado que el «código deontológico periodístico impele al periodista a superar el endemismo atávico de la servidumbre del periodismo a los poderes fácticos del status quo».

Así, la habitual práctica periodística imperante en el periodismo español estaría mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en sus comentarios políticos así como por un comportamiento exquisito con los políticos en las entrevistas televisadas, de lo que sería paradigma la labor de los moderadores de Antena3 en el reciente debate Sanchez-Feijóo.

Por el contrario, Intxaurrondo se olvidó de la autocensura que flagela la conciencia del periodista devenido en mera correa de transmisión de los postulados de su medio digital, impreso o audiovisual y consiguió descolocar a un atónito Feijóo tras desmontar, con datos contrastados, las «inexactas afirmaciones» del candidato del PP así como provocar una inusual actividad en el habitual encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad actual (léase ser trending topic en Twitter).

Conciencia crítica, ¿dónde la orilla?

El despertar de la conciencia crítica deberá esperar a que un determinado número de personas (Masa Crítica), alcance una conciencia más elevada, momento en que el individuo es capaz ya de realizar un salto evolutivo y lograr un cambio de mentalidad, tesis conocida como “Teoría del Centésimo Mono” y fue formulada por el biólogo Lyan Watson en su obra “Lifetide” publicada en 1979.

De lo anterior, se deduce que para lograrlo será inevitable un proceso de catarsis y posterior metanoia colectiva de la sociedad actual que implicará la doble connotación de movimiento físico (desandar el camino andado) y psicológico (cambio de mentalidad tras desechar los viejos estereotipos vigentes) para lograr diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica (consumismo compulsivo).

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