Por Paul Battistón.-

El micrófono fue recorriendo en un círculo desprolijo el trazado desperdigado de músicos obteniendo de cada uno su nombre y su participación específica en la banda. Después de recorrer varios partícipes, finalmente se escuchó Juanchi Baleiron, cantante, y luego apuntó a un último personaje un poco más alejado y relajado del que obtuvo un Alberto Fernández, plomo. Una serie de risas al borde de la carcajada festiva cerró la cuestión de las presentaciones. Muy a lo lejos había comenzado la saga de las presentaciones gratuitas pagadas por algunos. Los Pericos era una de las bandas de un mega evento cultural en Salta. El gobierno de Kirchner le daba un guiño a la cultura orientada hacia el rock después del período de cumbia farandulera del neoliberalismo. Nada menos que el jefe de gabinete lo reafirmaba con su presencia. Sería la prehistoria del asistencialismo cultural que en 20 años llegaría a Laly, Wos y Trueno.

La tapa de Noticias los ponía frente a frente como eco multiplicador de las mutuas habilidades. El modelo patoteril de Néstor deslizándose por el borde mismo de lo racional no tenía graves reclamos externos, quizás era visto como una cojonuda forma de sostener los destinos de una Nación trepando desde las profundidades del infierno. Todo estaba mal pero valía la pena esperar de la obtención de esas ventajas forzadas el desplazamiento nuevamente hacia la cordura con las condiciones obtenidas de esa prepotencia pintoresca. Noticias le puso tapa a quienes consideró piezas fundamentales del gobierno del atropello del atropellador Néstor. “Los Fernández” se tituló la nota y ambos bigotes en disfraz de funcionarios ilustrados no desmintieron la cuestión de patovicas del patovica.

Frunciendo el ceño con los ojos apuntando un poco arriba hacia la nada, la pregunta toma otro significado ¿Quién era Alberto? La respuesta casi la da la ausencia como sinónimo de texto inteligible.

Quizás el hombrecito que gritaba, el de la fiesta (fiestas), el del departamento prestado, el de la guitarra.

El que llevó la Casa Rosada a su máximo vacío existencial, todo el poder migrado a ministerios y edificios no ejecutivos.

El hablador intrascendente o volviendo a los comienzos, el plomo. El plomo con que la artífice hundió la carnada para que los pescados cayeran. No peces, pescados que nunca salieron del balde. Sólo había que repescarlos en su acotada realidad.

Share