Por Hernán Andrés Kruse.-

La opinión pública mundial se conmovió al enterarse de la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Lo que en un principio pareció una vulgar bravuconada del mandamás ruso, finalmente se hizo realidad. En cuestión de horas Ucrania ha quedado a merced de un ejército infinitamente más poderoso. La reacción de Occidente, si bien fue instantánea, se limitó a sanciones económicas que le hacen cosquillas a Putin. Quedó dramáticamente en evidencia la debilidad política del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien cada vez que aparece delante de las cámaras de televisión se limita a balbucear. Quedó nuevamente demostrada la inutilidad de las Naciones Unidas, un gigantesco sistema burocrático creado por los ganadores de la segunda guerra mundial incapaz de impedir acciones bélicas como la encabezada por Putin.

El mundo está viviendo horas dramáticas. Varios analistas internacionales han comparado la invasión a Ucrania con la invasión de la Alemania nazi a Polonia. Para dichos analistas Putin es un discípulo de Hitler. Lo curioso es que el mismo Putin ha acusado al presidente ucraniano, de origen judío, de ser un nazi. Evidentemente acusar de nazi al enemigo de turno sigue dando importantes réditos políticos. La pregunta que todos nos estamos formulando en estos momentos es si esta invasión puede desencadenar la tercera guerra mundial. Alguien afirmó una vez con todo acierto que las guerras tienen un comienzo preciso pero un desarrollo y desenlace totalmente inciertos. Está en lo cierto. La invasión a Ucrania comenzó este jueves pero a partir de ese momento nadie tiene la más remota idea de qué sucederá de aquí en adelante. Ni siquiera el propio Putin.

Todo parece indicar que en muy poco tiempo Ucrania caerá en manos rusas. Cuando ello suceda ¿qué hará Putin? En las últimas horas “invitó” a los militares ucranianos a deponer al presidente de su país. Todo parece indicar que las horas de Volodímir Zelenski en el poder están contadas. Cuando caiga ¿qué sucederá? Pero hay otra cuestión que es, me parece, más relevante que la caída del gobierno ucraniano. ¿Será capaz Putin de continuar el avance de sus tropas más allá de la frontera que separa Ucrania de, por ejemplo, Polonia? Porque si ello llegara a suceder, Putin estaría invadiendo un país que es miembro de la OTAN, lo que puede desencadenar una guerra de impredecibles consecuencias.

Lo que sí es seguro es que la invasión de Ucrania no hace más que confirmar lo que sentenció hace mucho tiempo ese gran filósofo político que fue Thomas Hobbes quien, en su inmortal libro Leviatán, escribió lo siguiente: “Por eso mismo sitúo en primer lugar, como inclinación general de toda la humanidad, un deseo perpetuo e insaciable de poder tras poder, que sólo cesa con la muerte. Y la causa de ello no es siempre esperar un goce más intenso que el ya obtenido, ni tampoco ser incapaz de contentarse con un poder moderado. En realidad, el hombre no puede asegurarse el poder y los medios para vivir bien que actualmente tiene sin la adquisición de más. Y por eso sucede que los reyes, que son los más poderosos, dirigen sus afanes a asegurarlo en casa mediante leyes y fuera mediante guerras. Y cuando todo eso se cumple, surge un nuevo deseo; en algunos, de fama por nuevas conquistas; en otros, de ocio y placer sensual; en otros, de admiración, o de ser ensalzados por descollar en algún arte o en otra capacidad de la vida”.

Si Hobbes fuera nuestro contemporáneo ¿qué diagnóstico hubiera hecho de la decisión de Putin de invadir Ucrania? Me atrevo a esbozar el siguiente: la invasión de Ucrania es apenas el comienzo de un vasto plan de Putin tendiente a recuperar la gloria de la antigua URSS, desmoronada en 1991 luego de la caída del muro de Berlín dos años antes. Si dicho diagnóstico es el acertado entonces nos esperan años de una extrema tensión mundial porque ¿tolerarán Estados Unidos y la OTAN la invasión de Rusia a países como Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, por ejemplo?

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