Por Carlos Tórtora.-

La CGT está dando una cátedra de dilación de conflictos, porque ahora habla de realizar una marcha el 1 de mayo, pero elude la convocatoria a un paro general. La cúpula sindical sospecha que todavía es posible que la ley ómnibus se apruebe en Diputados y que el gobierno consiga restaurar las negociaciones para el Pacto de Mayo. De ser así, el sindicalismo quedaría descolocado ante el acuerdismo político. En cambio, una frustración de la ley ómnibus y el pacto fiscal crearía condiciones obligadas para la confrontación gremial.

Esta tarea de esquivar el conflicto también caracteriza a la oposición dialoguista en el Congreso, que por ejemplo amenaza con corregir por ley la fórmula jubilatoria que los libertarios impusieron por decreto. En este terreno también se camina por el borde de la cornisa sin que la sangre llegue al río. Este panorama es simétrico con el de ofrecen los gobernadores, que casi a diario amenazan con patear el tablero ante los nuevos recortes de la Casa Rosada. Pero se trata de una conducta border line, porque no se llega al choque frontal.

¿Hasta cuándo?

El resultado es un proceso de negociaciones crítico en el cual JM tiene la iniciativa. Tal como se vienen dando las cosas, daría la impresión de que la ruptura en cualquiera de los frentes, sindical, gobernadores y legisladores, sería suficiente como para desestabilizar al conjunto. ¿Cuál es el límite para este juego? Sin duda que la no sanción de la ley ómnibus podría marcar el comienzo de una crisis y la vuelta a un escenario de confrontación.

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