Por Mariano Aldao.-

Es demasiado obscena la manera en que algunos candidatos se presentan ante el electorado vertiendo consignas totalmente opuestas y contradictorias a lo que ellos mismos sostenían hasta hace poquito o nada.

La necesidad de agradar a quien le provee un piso interesante de históricos votantes para sus ansias de poder han convertido al barredor de “gnocchis de la Cámpora” y combatiente de la corrupción en un clon de Alberto F.

Sumiso, como nunca antes se lo hubo visto, ante la tentadora (anoche mínima) chance de coronarse, aquel que sonreía cuando lo llamaban “Massita” no le teme a ser descubierto con las manos en la massa (de la traición a los valores irrenunciables de sus inicios).

Hoy, convertido en el candidato del oficialismo, no duda en ponerse el disfraz que fuere con tal de agradar a quien le provee un piso de 25% de presuntos fieles adherentes al kirchnerismo duro.

Ojo, tenga mucho cuidado en no caer en la telaraña de sus contradicciones. El pueblo, el domingo en Santa Fe, ha dado una señal muy fuerte, que puede tener consecuencias no deseadas para el oficialismo. El pueblo se ha expresado en las urnas, de manera contundente; ha dicho que no quiere más mentiras, disfraces ni gnocchis de la Cámpora; prefiere spaghetti Pullaro, al dente.

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