Por Oscar Edgardo García.-

Las buenas intenciones que persigue Manuel Adorni con sus presentaciones diarias ante los periodistas de diversos medios de comunicación lo llevan a transitar por un camino sinuoso y riesgoso, dado que debe responder a un interrogatorio de temas sobre los que no le es posible dar respuestas en su totalidad, ya sea porque las desconoce o porque las razones de confidencialidad no se lo permiten, al margen de incurrir en involuntarios errores en la información que suministra.

La rutina de ese esquema debería llevar al vocero presidencial y a la cúpula del Poder Ejecutivo a reflexionar que, de continuar diariamente, el mismo podría convertirse en un emulador de Gabriela Cerruti aunque, salvando las distancias, con educación y buenos modales.

No es un tema menor como para que dejen de prestarle la debida atención, porque la imagen del Gobierno Nacional está en juego con estas exposiciones públicas.

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