Por Hernán Andrés Kruse.-

Hoy se cumplen 83 años del trágico fallecimiento de uno de los más preclaros estadistas que tuvo la Argentina en su historia. El 5 de enero de 1939 Lisandro de la Torre se quitaba la vida en Buenos Aires. La verdad, se lo extraña. Y mucho. Se lo extraña porque no hubo quién lograra opacar su figura en el Senado de la Nación. Se lo extraña porque fue un orador excepcional. Se lo extraña porque pocas veces hizo su ingreso a la Cámara Alta un político con semejante formación intelectual. Se lo extraña porque pocas veces hizo su ingreso a la Cámara Alta un político con semejante estatura moral.

De la Torre nació en Rosario el 6 de diciembre de 1868. Luego de egresar del Colegio Nacional, decidió estudiar abogacía en la Universidad de Buenos Aires, donde se recibió de abogado con tan sólo 20 años. Luego de obtener el diploma regresó a su ciudad natal donde dio comienzo a una excepcional carrera política. Lo primero que hizo fue contactarse con los políticos opositores al entonces presidente Juárez Celman. En el invierno de 1890 viajó a la Capital Federal para participar en la Revolución del Parque junto al sector que respondía a Leandro N. Alem. Derrotada la revolución, decidió apoyar a Alem y en 1891 participó en la constitución de la Unión Cívica Radical. En 1893 participó activamente en Santa Fe del alzamiento de los seguidores de Alem contra el régimen conservador. En 1895 Aristóbulo del Valle le ofreció la dirección del diario “El Argentino”, cuyo objetivo era apadrinar una fuerza electoral que se opusiera a la candidatura del general Julio A. Roca.

1896 fue terrible para el radicalismo ya que en enero Del Valle murió de manera inesperada y en julio Alem se suicidó. Al quedar el radicalismo sin liderazgo, De la Torre propuso una alianza con el mitrismo para vencer al roquismo pero se encontró con la dura oposición de Hipólito Yrigoyen. La intransigencia del flamante líder radical provocó la renuncia al radicalismo de De la Torre, quien, fiel a su explosiva personalidad, lo hizo en duros términos. Luego de batirse a duelo con “El Peludo” retornó a Rosario y fundó el diario “La República”. En 1908 creó la Liga del Sur, una fuerza política situada ideológicamente entre la derecha conservadora y la izquierda socialista. Su rápido crecimiento hizo que relevantes figuras de aquel entonces se incorporaran a la Liga, como Ovidio Lagos, fundador del diario La Capital de Rosario.

Gracias a la Ley Sáenz Peña, De la Torre resultó electo diputado nacional por la Liga del Sur en abril de 1912. Sus ardorosas participaciones en el recinto lo proyectaron rápidamente a nivel nacional. La candidatura presidencial de Yrigoyen convenció a De la Torre de la imperiosa necesidad de crear un partido de centro derecha. El resultado fue el surgimiento del Partido Demócrata Progresista el 14 de diciembre de 1914. La convención nacional del flamante partido consagró a De la Torre como candidato presidencial para las elecciones de 1916. Sin el apoyo del conservadorismo, De la Torre perdió sin atenuantes frente a Yrigoyen. Se iniciaba, qué duda cabe, una nueva etapa histórica en el país.

En las elecciones presidenciales de 1922 Marcelo Torcuato de Alvear sucedió a don Hipólito mientras De la Torre era electo nuevamente diputado nacional. En 1926 decidió abandonar la carrera política. En las vísperas de septiembre de 1930 fue visitado por allegados del general José Félix Uriburu, un antiguo amigo suyo, quienes le ofrecieron la cartera del Interior del gobierno de facto que estaba a punto de dar a luz. En una actitud que lo enaltece, De la Torre rechazó la oferta. En Buenos Aires tomó contacto con el socialismo de Juan B. Justo y Nicolás Repetto. Este acercamiento dio origen al surgimiento de la Alianza Demócrata Socialista que competirá con la fórmula De la Torre-Nicolás Repetto en las elecciones presidenciales de noviembre de 1931 contra la fórmula Agustín P. Justo-Julio A. Roca (h). El alevoso fraude sepultó las chances de victoria de la alianza opositora. Sin embargo, De la Torre ocupó una banca en el Senado de la Nación en representación de la Democracia Progresista, que había triunfado en Santa Fe.

En 1932 Inglaterra tomó una drástica decisión: reorganizar su comercio exterior. Vale decir que Inglaterra decidió adquirir los productos que antes compraba a la Argentina, en Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Los sectores ganaderos exportadores argentinos se sintieron abandonados por el imperio. La reacción del presidente justo no se hizo esperar. Ordenó a su vicepresidente, el hijo del general Roca, viajar a Londres para que intente llegar a algún acuerdo. Finalmente, se firmó un tratado con Sir. Walter Runciman, quien era el ministro de comercio inglés. Ese acuerdo pasó a la historia como “el pacto Roca Runciman”, en virtud del cual Inglaterra se comprometió a seguir comprando las carnes argentinas si el gobierno de Justo se comprometía, entre otras concesiones, a no permitir la instalación de frigoríficos argentinos.

Fiel a sus principios, De la Torre denunció el acuerdo en el Senado. Corría el año 1933. Dos años más tarde, acusó al frigorífico Anglo por fraude y evasión impositiva. Las pruebas que aportó comprometían nada más y nada menos que al ministro de Economía, Pinedo, y al ministro de Hacienda, Duhau. El gobierno de Justo se sentía acorralado por De la Torre. Fue en ese momento cuando decidió acallarlo para siempre. Un ex comisario (Ramón Valdez Cora) ingresó a la Cámara Alta e intentó matar a don Lisandro. El enorme Enzo Bordabehere se interpuso entre el sicario y su amigo, provocándole la muerte. Tiempo después, Justo ordenó la intervención de Santa Fe, derrocando al gobierno encabezado por el doctor Luciano Molinas. A partir de entonces el espíritu de De la Torre comenzó a flaquear. Sin embargo, tuvo la energía necesaria para debatir con extrema lucidez el proyecto de Ley sobre represión del comunismo presentado años atrás por el senador Sánchez Sorondo. Luego de terminar su discurso, presentó su renuncia al Senado y se retiró a su hogar porteño. En el mediodía del 5 de enero de 1935 decidió dispararse un balazo al corazón (fuente: Felipe Pigna.www.elhistoriador.com.ar).

De la Torre fue un político de excepción. Creo que la mejor manera de concluir este humilde y respetuoso homenaje, es transcribir parte de su intervención en el debate de la Ley sobre represión del comunismo. Emerge en toda su magnitud su personalidad liberal.

Dijo De la Torre en la sesión del 21 de diciembre de 1936:

“¿Se trata en realidad en este despacho de reprimir el comunismo? ¿Existe, en realidad, en la República Argentina un Partido Comunista numeroso con tales características que puedan poner en peligro el sistema de gobierno existente y justifiquen la adopción de medidas violatorias de la Constitución para combatirlo? Yo creo firmemente que no, y considero este proyecto como un complemento de los planes políticos electorales que se elaboraron el año pasado con el fin de hacer irresistible la intromisión ilegal del Poder Ejecutivo en las elecciones presidenciales. Y creo, también, que es una forma de legalización de los actos de persecución a las ideas que viene realizando. Este proyecto es un reflejo de los tiempos” (…).

“Fuera de duda, la libertad de pensar sobre determinadas materias desaparece al tenor del articulado de este proyecto. Delinquirá gravemente el que se permita proponer reformas que tiendan, por ejemplo, a poner término a la apropiación individual de los bienes naturales, como la tierra o las minas, pensando con razón o sin ella, que no se necesitan intermediarios entre el Estado y los trabajadores. Delinquirá igualmente el que sostenga que el trabajo humano en las fábricas debe medirse en adelante con una vara distinta de la del salario del hambre. Pero no delinquirá el que sostenga que el Estado fascista pueda confiscar la propiedad privada bajo la forma de impuestos, sobre todo si se propone dedicar su producto a la adquisición de armamentos” (…).

“El comunismo no es un problema que deba preocupar a los argentinos que conserven su serenidad. La peligrosidad del comunismo es una invención de la política y lo han demostrado las rectificaciones que ha tenido que soportar la comisión de los datos que sacó de la información y de los partes policiales. Aquí de lo que se trata es de un expediente político electoral de que se vale el Poder Ejecutivo, haciendo suyo un proyecto de ley que el senador por Buenos Aires presentó hace cuatro años, efectivamente, contra el comunismo, y que hoy se convierte en un arma política del Poder Ejecutivo, a fin de conseguir una mayor posibilidad de coacción sobre los ciudadanos, en vísperas de la elección presidencial” (fuente: Obras de Lisandro de la Torre, tomo I, editorial Hemisferio, Buenos Aires, 1952).

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