Por Luis Alejandro Rizzi.-

“Es la foto del fracaso de Europa” decía la política socialista Elena Valenciano, presidente de la subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento europeo, al diario “El País” de España al mostrar en primera página la imagen del cuerpo muerto del niño Aylan Kurdi en las manos de un guardacostas.

Por cierto que toda muerte de un niño, cualquiera sea su causa, nos parece injusta e incomprensible pero no les parece exagerado generalizar y afirmar que ese hecho simboliza el fracaso de un continente, no les suena como una desmesura o aunque se haya expresado con sinceridad, no les parece una frase de circunstancias.

Digo esto porque la cuestión de los migrantes y más aún de los “refugiados” es un tema muy complicado y difícil de resolver.

Yo plantearía el tema al revés y me preguntaría por qué la gente migra o por qué la gente busca refugio. La pregunta genérica sería ¿por qué la gente quiere irse?

Seguramente la respuesta es muy sencilla. Quieren irse en busca de una vida mejor y precisamente buscan dirigirse a los países en los que creen que puedan encontrar esa vida mejor o bien se ven obligados a irse por persecución, guerras u otros hechos que tienen que ver con el fundamentalismo político o religioso, dicho con otras palabras en la intolerancia.

En el caso de los migrantes o refugiados sirios, aunque también hay de otros orígenes, buscan como destino Alemania, el país que tiene más desempleo que la Argentina según el inefable Aníbal Fernández, Suecia, Noruega y los sudaneses que optan por el Reino Unido.

Pasa lo mismo con los EEUU, los migrantes del resto de los países de América intentan ingresar y permanecer aunque sea como indocumentados, no intentan ir a Venezuela, Ecuador o Cuba.

Entonces vuelvo a la pregunta ¿de quién es el problema y de quién es el fracaso?

El artículo 25 de nuestra constitución dispone que “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.” Como vemos nuestra constitución con relación a la inmigración es restrictiva ya que la condiciona, en cuanto política de estado, a la de “fomentar” la de origen europeo y en cuanto al resto de los extranjeros dispone que solo serán admisibles los que estén dispuestos a cumplir la condición de trabajar o introducir y enseñar ciencias y artes. Obviamente pese a la claridad de la norma creo que nunca hemos tenido una verdadera política de inmigración. Conviene tener presente esta norma constitucional.

El hecho de recibir “migrantes” o “refugiados” tiene para el país receptor un costo ya que no se cumple con la condición de dar asilo, uso esta expresión en su sentido más amplio y genérico, con el solo hecho de recibirlos y darles la documentación necesaria para legalizar la nueva residencia. Durante un lapso se les debe garantizar condiciones de dignidad para su atención, me refiero vivienda, educación y atención médica.

En la Argentina a los inmigrantes definitivos o temporarios, especialmente de países limítrofes, se les garantiza asistencia y educación de modo gratuito, lo que no quiere decir que tenga un elevado costo.

Por eso hay países que distinguiendo entre “migrantes” y “refugiados” disponen de asignaciones temporarias semanales que estimo promedian los U$S 100, para su subsistencia.

En algunos casos la asignación es mayor para el “refugiado”.

Una vez que el migrante, o incluso el “refugiado”, es recibido en un tercer país, automáticamente se convierte en “minoría”, más aun cuando sus usos y costumbres son diferentes y en el caso que nos ocupa, así ocurre, ya que incluso provienen de religiones y culturas diferentes.

Esto genera otra cuestión que en Europa ya llegó a extremos de gravedad como ocurre en Francia con las minorías provenientes de las ex colonias.

Parecería que el migrante o refugiado, si bien tendría derecho a mantener sus usos y costumbres, las mismas no deben interferir con las existentes en el medio receptor. De algún modo se debería ir amalgamando su cultura y sus creencias con las vigentes en su nuevo medio.

No quiero decir que se debe renunciar, sino en todo caso aceptar la nueva realidad que voluntariamente fue elegida, diría que debe cultivar lo que se llamaría “dialogo cultural y religioso” o “multiculturalismo” a secas.

Alexis de Tocqueville, escribía en “La democracia en América” que: “Los emigrantes que, en diversos periodos, fueron ocupando el territorio que cubre hoy la Unión americana, diferían unos de otros en muchos puntos: sus fines eran distintos, como lo eran también los principios por los que se gobernaban. Sin embargo, esos hombres tenían rasgos comunes entre ellos y todos se encontraban en una situación análoga”.

Esta observación de Tocqueville es la que debería tenerse en cuenta adaptándola a nuestra realidad, tanto los migrantes como los refugiados se deben reconocer como tales y obligados a cumplir con la ley y ser honrados. El mismo autor explica como la democracia modificó y dignificó la relación entre el señor y el criado que jamás seria tratado como los “lacayos” de Francia, término despectivo para designar a las personas que realizaban tareas serviles.

La difusión que le ha dado el periodismo a esta ola de migrantes genera sentimientos de lástima, misericordia y piedad, pero debemos reconocer que esos sentimientos no nos ayudaran a resolver esta grave cuestión.

El mérito del periodismo fue que al exponer el drama que viven estos migrantes nos obligó a pensar en esta cuestión y a buscar un modo de cómo resolverla, pero también, vale decirlo, se advierte en general una curiosa interpretación donde la responsabilidad recaería en este caso en Europa, como en los EEUU cuando se habla de la migración proveniente de países latinos.

En verdad la cuestión no es de Europa ni de los EEUU está en lo que constituye nuestra naturaleza y aunque parezca cínico decirlo desde su origen la humanidad vivió estos dramas y por tanto la responsabilidad no es ni de unos ni de otros, es de todos nosotros.

El error del periodismo es la de pretender identificar culpables o responsables por eso soy enemigo de los “nunca más”, es bueno que sea una aspiración, por cierto irrealizable pero es malo que se nos pretenda hacer creer que es posible.

Retomando el hilo estimo que se debe distinguir entre “migrantes” y “refugiados”.

Así como nuestra constitución establece normas y condiciones sobre la inmigración obviamente todos los países tienen derecho a hacerlo ya que también no sería razonable recibir migrantes de modo indiscriminado, en ese sentido porqué obligar a Europa a recibir inmigrantes sin limitación alguna.

El caso del “refugiado” es diferente porque se trata de personas perseguidas o bien provenientes de países o sociedades con conflictos explícitos como guerras convencionales o civiles o que intentan imponer creencias religiosas de modo compulsivo.

En este supuesto, la obligación de recibirlos es diría de todos los países de buena voluntad, porque en estos casos el asilo concedido impone otras obligaciones sin perjuicio que luego el “refugiado” se convierta en “inmigrante”.

Mas que los migrantes en si nos debería preocupar las circunstancias que los obligan a convertirse en tales como los conflictos existentes en Siria, en Afganistán, Eritrea, Nigeria, Somalia, Sudan y otros, más los perseguidos por IS.

Se estima que más de once millones de personas tuvieron que dejar sus hogares y más de cuatro millones huyeron literalmente a otros países, una pequeña parte si se quiere de esos cuatro millones son los que intentan llegar o llegan a EUROPA.

En Siria específicamente 5,6 millones de niños sufren situaciones extremas de pobreza y muchos de ellos mueren del mismo modo que Aylan Kurdi sin que nadie pueda publicar o divulgar sus fotografías.

Este es el drama que puede tener diversas causas, puede haber responsabilidad de Occidente, pero también la hay en los países que solo reconocen la violencia como estructura de gobierno o de institucionalidad pero lo cierto es que ninguna solución podrá ser impuesta, deberá surgir del desarrollo del propio drama y aunque parezca cruel al hombre no le es posible ni le será extinguir nuestra falibilidad.

Aylan Kurdi murió injustamente pero cuantos otros “Aylan” han muerto sin que nadie los fotografíe…

A todos los “Aylan” sin excepción solo cabe pedirle a Dios que les conceda la plenitud que es inalcanzable en la vida terrenal y quizás desde esa plenitud comprendan por qué murieron “injustamente”.

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