Por Luis Américo Illuminati.-

Es un refrán del alma argentina decir “Carlos Gardel cada día canta mejor”. Y su canción emblemática de amor insuperable es, sin duda, “El día que me quieras”. El título de este inmortal tango podría servir de metáfora o símbolo de un amor no correspondido, de los argentinos a su país que, mediante Gardel, canta como un poeta tristemente enamorado que tiene la ilusión de que algún día podría darse el milagro de ser amado, lo que hasta ahora no ha ocurrido. Argentina, un país hoy día más que nunca agredido por sus propios ciudadanos. Una ola de maldad insolente que parece aplacarse un poco con las fiestas de fin de año, pero luego continúa igual o peor una vez concluidas las mismas. Siempre la misma cosa, hoy lo mismo que ayer y que antes de ayer. Gardel nos diría: “¿Hermano, adónde fue a parar aquel sentimiento noble devenido hoy en cruel Cambalache?” Se diría que la letra de la canción “El día que me quieras” es el nombre de la parábola argentina por excelencia. Un dolor, una pena y la esperanza de una vida y un mundo mejor.

“Existen más o menos unas doscientas grabaciones de diferentes épocas desde que fue compuesta por Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, registrada por primera vez con arreglos musicales de Terig Tucci -el director de orquesta que acompañó a Carlos Gardel en las películas que filmó en Estados Unidos, siendo su mayor arreglador-. Lo hicieron en Nueva York el 19 de marzo de 1934, bajo el sello RCA Víctor en disco Shellac, a 78 RPM. En el lado B del disco, se escuchaba “Volvió una noche”, también con la letra de Le Pera y música de Gardel. “El día que me quieras” es el leitmotiv y banda musical de la película homónima dirigida por el austríaco John Reinhardt y con guión de Le Pera, bajo la producción de Paramount, estrenada al año siguiente, con final a dúo con Rosita Moreno y proyectada en La Habana, Cuba, pocos días después de que el Zorzal Criollo muriera en un accidente de avión en Medellín, a sus 44 años; en el mismo avión viajaba Alfredo Le Pera. El dúo quedó inmortalizado y nacería el mito. Una imagen que perdura en el tiempo y no se borra de la memoria colectiva es la fotografía de Carlos Gardel jugando a las cartas con sus amigos Marguerite Vignou, Victor Damiani, José A. Ganduz y Adamo Diduv, a bordo del buque Conte Rosso, el 12 de junio de 1928. Carlos Gardel juega a las cartas con sus amigos Marguerite Vignou, Victor Damiani, José A. Ganduz y Adamo Diduv, a bordo del buque Conte Rosso, el 12 de junio de 1928.

El argumento de la película es la dramática historia de Julio Argüelles (Carlos Gardel), hijo de familia acaudalada y cantor a escondidas, desafía la autoridad paterna y se casa con una actriz. Despreciado y sin trabajo, con su mujer enferma, decide robar la casa de su progenitor. Luego enviuda y se dedica a cantar, con su hija, para ganarse la vida. La joven se enamora de un muchacho cuyo padre no aprueba el noviazgo, por ser hija de artistas. Pero, después, cambia de parecer cuando se entera de la identidad de Argüelles, heredero de la fortuna dejada por el padre millonario. La interpretación de Gardel en la escena de la muerte de su amada fue tan lograda que muchos lloraron emocionados. Una historia que hace que algunos identifiquemos a Margarita (Rosita Moreno) con la Beatriz de la Divina Comedia y a Julio Argüelles con Dante.

Los versos siguientes parecen evocar la ilusión de quien espera ser amado igual que un sueño hecho realidad en un día no lejano, una repetición o una vida nueva aquí o en el más allá.

“El día que me quieras / no habrá más que armonías, será clara la aurora / y alegre el manantial. Traerá quieta la brisa / rumor de melodías / y nos darán las fuentes / su canto de cristal. El día que me quieras / endulzará sus cuerdas / el pájaro cantor / florecerá la vida / no existirá el dolor…”

Clic aquí: https://youtu.be/ubvfktaFkJ8

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