Por Luis Alejandro Rizzi.-

El kirchnerismo, como parte de una izquierda extrema, me refiero como a un modo de entender la política y su praxis, va más allá de una expresión del populismo doctrinario; incorpora la violencia como medio, no sólo de persuasión sino de militancia política, y se justifica en el logro de sus fines y a la vez en evitar que los gobiernos establecidos de signo opuesto se vean impedidos de gobernar.

Para el kirchnerismo, como movimiento político de contenido totalitario, sus “principios, intenciones y fines” son universales, los únicos legítimos como valores, y deben imponerse por cualquier medio a quienes no los compartan o bien excluir, desterrar o confinar a sus rivales, que pasan a calificarse como enemigos.

Sus reglas de juego son las únicas válidas; todos los “ellos” son los equivocados de mala fe; el sistema institucional vigente se convierte en “partido político opositor enemigo”; por eso prácticamente el poder de gobierno es uno solo: “el jefe” o “los jefes”, que son fuente de toda razón y justicia.

El kirchnerismo como tal ya anunció que las próximas elecciones son esencialmente fraudulentas, por la “proscripción de Cristina”, que no sale de ninguna norma legal ni fallo judicial sino de una presunción que pasa a ser legítima sólo porque lo dice “Cristina”.

Ella se excluye voluntariamente del proceso electoral porque el estandarte de la proscripción subjetiva, “significante” tomado de la doctrina del populismo, significa que todo el proceso electoral está viciado de nulidad; por lo tanto, el ganador o ganadores carecen de la virtud de la legitimidad de origen; ganaron porque Cristina, subjetivamente, se declaró “proscripta”.

Cristina inserta en la política, como norma válida de ponderación, su propia subjetividad. Más que política, Cristina ingresa en lo que llamaría la dimensión religiosa de sus anuncios, en un momento en que la sociedad descree, precisamente de la política, pero no de la magia populista, coloreada de religiosidad, lo que explica su núcleo duro, insuficiente pero necesario…

El Chaco está mostrando que en esa provincia lo que llamamos “deep state”, las cloacas de la política, son sus canales de circulación normal; por allí transita el ejercicio del poder y su mantenimiento, y el “deep state” vendría a ser la aspiración de un ejercicio del poder de modo institucional, ético y moral. Se invirtieron los términos de la ecuación o los significados de las expresiones.

Esto no quiere decir que el crimen o el delito se promuevan. Eso nos llevaría a error. Lo que se promueve es la “ética” de que el fin justifica los medios y la acción directa se convertiría hasta en “licencia, incluso para matar”. Es lavado de ideas y en este caso el hecho posterior, el crimen de Cecilia Strzyzowski, estaría justificado, porque antes el “clan” bajo investigación la calificó, cuando menos, como obstáculo.

El gobierno y Cristina en especial y Massa ocupado por la falta de dólares, guardan silencio. En este caso el silencio es complicidad y hasta tolerancia activa.

En Jujuy el martes 20 se vivieron hechos de extrema violencia para impedir no sólo el funcionamiento de la Convención Constituyente sino asimismo la materialización de sus decisiones; una clara sedición.

La violencia desatada fue justificada porque fijaba límites a la acción callejera directa o lo que llamo “democracia callejera” y así como en el Chaco un supuesto “movimiento social” estaría involucrado en un asesinato, en Jujuy otro movimiento social usó la violencia contra las instituciones de la república institucional.

La “represión” contra la institucionalidad es legítima. La convención debió haber cesado de hecho y reconocer la legitimidad de la violencia como medio político. Dicho de otro modo, el poder de policía sólo es legítimo cuando lo usa, en este caso, el kirchnerismo y sus militantes.

Este eje Chaco-Jujuy, en ese orden ya produjo los hechos de violencia; en el primer caso, desde el oficialismo político; en el segundo, desde la oposición militante “K”, condenada con sentencia firme, obviamente descalificada, me refiero a sentencias contra dirigentes de la Tupac Amaru.

A ese eje se suma ahora “Pichichi” Scioli, al que, si bien se le permitiría participar de la interna del oficialismo gobernante -debemos recordar que Cristina cogobierna, es vicepresidente, Massa es ministro de gobierno igual que Wado de Pedro-, le imponen reglas de juego que ni siquiera tendría los derechos de una minoría; sería paradójico que “Pichichi” ganara las PASO…

Como vemos, el oficialismo cristinista y su versión opositora derrotada en las urnas en Jujuy, tiene su “forma violenta y virulenta de ser”.

Esto nos anticipa lo que será el kirchnerismo saliendo tercero, según lo insinuó Cristina en el acto de La Plata; el stock de piedras existe; Jujuy puede dar testimonio.

Para el cristinismo, habría llegado, no la hora de la espada, como dijera Leopoldo Lugones, sino la hora de la pedrada…

El eje Chaco-Jujuy y la pretensión de impedirle a Scioli participar en la interna del oficialismo gobernante ponen en evidencia que la neurótica furia “K” va por todo, aunque salga tercero, supuesto muy improbable, porque Milei ya está en proceso de dilución.

La turbulencia política es severa, como dijo Adolfo Canitrot, durante el gobierno de Alfonsín, “usemos los cascos…”

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