Por Luis Alejandro Rizzi.-

Llega un momento en la vida que es necesario decir las cosas por su nombre. Por cierto, es muy riesgoso, dado que siempre estaremos dentro de la falibilidad del juicio humano. El equivocado puede ser uno mismo.

Admitamos que en la vida hay buena y mala gente, pero una gran mayoría somos buenos y malos, por eso en la religión decimos que todos somos pecadores, somos naturalmente imperfectos.

Hecha esta salvedad, hay personas repudiables como Sergio Massa, Alberto Fernández, que a duras penas superan la posibilidad de ser “eso”; son compendios del cinismo, la mentira y la hipocresía.

En su versión de “ministro presidente” se refirió en la CGT al “subsidio» y lo calificó como un complemento del salario que perciben los trabajadores, ya que pagan un mínimo de lo que cuestan los servicios de transporte y energía, como si ese dinero -“gasto público”- fuera una creación milagrosa de los gobiernos.

Antes, con relación a Aerolíneas Argentinas, dijo que era una mentira que un pobre o indigente pagara una parte del costo de un billete para viajar entre Ezeiza y Roma o entre Aeroparque y cualquier destino local, cuando los gobiernos desde 2008 llevan poniendo más de ocho mil millones de dólares para cubrir sus costos operativos. Si eso no es subsidio a los usuarios de la empresa, ¿qué mierda es?

El subsidio es un aporte económico, en una situación puntual, que se concede por razones objetivas y por tiempo determinado.

En general, el subsidio se dirige a la demanda y dentro de ésta a personas que están en una determinada situación de necesidad extrema. No se debe subsidiar cualquier cosa; debe existir una razón que justifique para tal fin el uso de recursos públicos que siempre son provistos por los “contribuyentes”.

Si extremamos el análisis, el único ingreso de los estados es el pago de impuestos, tasas y contribuciones. Los créditos que contrae el gobierno se pagan con los impuestos que pagamos o con en el precio del servicio prefinanciado, es decir, las tarifas.

Es legítimo que los gobiernos contraigan deudas, pero siempre que los fondos tengan un destino racional. Contraer deuda para pagar gastos corrientes no es más que un medio muy perverso para generar pobreza e indigencia.

Gran parte de las llamadas “conquistas sociales” se han financiado con créditos y emisión, dando lugar al nacimiento de poderosas y oligárquicas dirigencias sindicales, que sólo agremian a la mitad de los trabajadores; la otra mitad viven sumergidos en la más absoluta y salvaje intemperie en los barriales de Laferrere y La Matanza, por dar un ejemplo.

Esa inmensa pobreza e indigencia es un mercado electoral en los que la dignidad se trafica por los mendrugos de los tiempos electorales, como ya está ocurriendo en zonas de Lomas de Zamora, ofreciendo dinero por votos, en cuartos oscuros de “una sola boleta”. (sic)

Es cierto, el “miserable” de Laferrere paga el 10% del valor del boleto del tren o bus que lo acerca a su trabajo, pero paga IVA e ingresos brutos como si se tratara del más rico de los argentinos.

Este hijo de tal por cual que es Sergio Massa debe conocer esa realidad pero pretende convertirla en fuente de lucro electoral propio. Pero además es mentiroso y cínico.

Ahora intenta responsabilizar al FMI por los créditos que nos otorgó, para mantener estas falacias del tipo de cambio y un supuesto nivel salarial que en la base del décimo decil sólo alcanzaría para, por un puñado de pesos, no caer en la pobreza.

El subsidio generalizado nos ha llevado a que el estado ya no pueda cumplir ninguna función. Es más, molesta, entorpece e impide, y el resto lo usa con sentido militante, amparando los cortes de rutas nacionales en la provincia de Jujuy o diciendo que una reunión entre la “Celac”, una cueva de impresentables, más que un organismo, impuso a la Unión Europea la cuestión de Malvinas, como tema de agenda, lo que fue desmentido; sólo puso el sello de «recibido».

Son mentirosos sin vuelo, inútiles incomparables, pero lo más grave: son mala gente.

No tengo duda: Cristina no puede justificar cómo se conformó su patrimonio familiar. Eso es “korrupción”.

Son traficantes de las medias verdades, traficantes al fin.

Reitero: todos tenemos nuestras cosas, pero los Massa, los Fernández, los “k” son impresentables; podrían ponerles sus apellidos a algunas de las cloacas de la ciudad.

No desentonarían políticamente y por una vez dirían la verdad…

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