Por Hernán Martínez.-

Nos encontramos frente a una sociedad, instituciones, sistemas y leyes, erosionadas después de años de prebendismo continuo donde cumplir con lo que se debe estaba mal y desafiarlo estaba bien. El desafío, que en algunos extremos se tilda de revolucionario, en otros de progresismo, en otros de evolución, sólo ha permitido y dado lugar a esa erosión que nos condujo a la situación actual. Por una parte, erosión a la autoridad, donde no se reconoce como tal, no sólo la autoridad institucional, sino la policial, la de las FFAA, la de los colegios, la del tránsito, es decir, que toda autoridad fue sometida a un test de temperatura (hasta dónde se cumple y qué pasa). Ese desafío es el que erosionó todo. Un desafío en nombre de nadie. El desafío por sí mismo, porque no dio lugar a pensar en que habría otras formas y legislar sobre ellas y obtener el consenso. En otras ocasiones, liderado por el gobierno de turno, el desafío fue no cumplir, por ejemplo, con los programas educativos, con la imposición de repetición de grado o año, o con materias previas.

Ese desafío, amparado por el gobierno anterior, o por los sindicalistas que han perdido toda autoridad moral, derivó en un entendimiento de los alumnos de que todo debe ser desafiado, de que lo escrito no sirve y que la valentía se mide por el grado de incumplimiento de las normas o de los programas educativos o de estudiar para zafar en un examen pidiéndole al profesor que no los repruebe. Los padres de estos alumnos también han entendido que todo es desafiable, y que están en “su derecho” de atacar, cuestionar o reprender lo que no condice con el derecho de promover o aprobar a su hijo. También pasa por la “estigmatización” de la cosa, donde nadie es responsable o culpable; todos somos inimputables, mientras vivimos en el caos.

La gesta feminista es otra erosión en la sociedad, donde se trata de imponer a la mujer como el objeto de todos los males producto del accionar del hombre, cuando siempre fueron iguales ante la ley y ante Dios. El comunicado de Díaz Ayuso en Madrid la semana pasada, pregunta por qué tanto feminismo y dónde está el “hombrismo”. El hombre también es, con ese mismo criterio, víctima de las mujeres, o es un objeto atacable en forma gratuita por parte de las mujeres. Nos han hostigado con el feminismo a tal punto que se han declarado intocables, inopinables y todos los “in” que se les ocurran, cuando son iguales a los hombres.

Hablar o mirar es cuestionado y eso está directamente asociado con lo que nos dicen que debemos pensar o hacer. Falta de libertad, por supuesto. Esto erosionó el sentido del hombre y la mujer en esta sociedad y en este mundo, donde la mujer se victimizó hasta obtener logros avalados por los organismos públicos que crearon para distorsionar y erosionar el verdadero sentido. Desde la visión de un hombre, ¿por qué entonces la mujer puede matar accediendo a un aborto y el hombre no se puede defender en un ataque frenético de celos o de locura de una mujer? Todo fue cuestionado y eso erosionó el verdadero ser del hombre y de la mujer.

La autoridad policial también ha sido erosionada por el constante desafío de la gente, que como sabe que no pueden hacer nada ni defenderse, son objeto de constantes ataques convirtiéndose en un objeto y no en un representante de la ley que debe hacer cumplir. Este desafío da por hecho que nadie los respeta. Vayamos a otro país normal y veremos qué les pasa con la autoridad si se animan a desafiarla más allá de lo que se debe cumplir o hacer.

Erosión de las formas de comunicación. Todos dicen lo que se les antoja, con la forma que se les antoja y en los medios que tienen a mano, en particular por las redes sociales. Todos se erigen con el derecho a dar su opinión irresponsable o sin fundamento, ser agresivos o simplemente condenar a quien se les antoje, porque creen que son dueños de la verdad. Así se han erosionado las comunicaciones, la información a lo más próximo a la verdad. Todos podemos emitir una opinión, pero cuando se torna agresiva, calumniante y mentirosa, pasa a ser un acto de violencia que atenta contra todo el resto; por eso sólo debe valer la opinión responsable.

Todo erosionado. Hasta el acto de nombramiento como presidente de la Nación, donde la condenada y ojalá convicta, con un vestido al que le faltaban luces psicodélicas para centrar la atención, con las manos en los bolsillos y con movimiento oscilantes, desvirtuó y erosionó uno de los actos más importantes de civismo y democracia. Con ese solo mal ejemplo, la gente lo toma como válido y eso es el vale todo, sin reglas, sin respeto, sin identidad propia de todo acto, institución, norma, sin autoridad, que son actos de los que nos servimos para vapulear al que sigue.

La sociedad está erosionada por todo esto y mucho más. Por eso ponernos a cumplir con lo que está va a ser titánico, pero necesario y si para eso son necesarias nuevas normas más estrictas que nos conduzcan a la normalidad lo antes posible, porque no podemos estar tantos años sin volver a las fuentes que hicieron de este país uno de los mejores. Volvamos a las instituciones, a la autoridad, al reconocimiento de la pericia y de la verdad por más que duela, pero es el camino.

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