Por Carlos Marcelo Pintos.-

A pocos días de las elecciones presidenciales: quizás las más controvertidas de las vividas en los últimos años, dada la irrupción de una tercera fuerza que se muestra arrasadora -teniendo en cuenta los resultados de las PASO realizadas en agosto último-, se presenta con un final abierto.

Muchos acontecimientos sobresalientes se fueron presentando en este interregno temporal entre aquel 13 de agosto y el día de la fecha, pero sin lugar a dudas dos son los sucesos más sobresalientes e impactantes en la arena política: la captura de Chocolate Rigau, con 48 tarjetas de débito de “empleados” de la legislatura”, acopiando dinero de los cajeros del Banco provincia en La Plata (con un devenir insólito de liberación sin culpa) hasta el escándalo desatado por el affaire de Martín Insaurralde -ya exjefe de Gabinete de Kicillof- con su nueva novia en las costas mediterráneas de Marbella.

Este último acontecimiento no sería escandaloso, si no fuera porque el ex funcionario peronista-kirchnerista jamás en su vida desarrolló actividad laboral privada, sino que ha vivido enteramente de las mieles de la política bonaerense, escalando peldaños que le permitió ocupar lugares claves para hacerse de dinero público impunemente; llegar a la intendencia de Lomas de Zamora y de allí, tras un intento de candidatearse para la gobernación, terminó colocado en la poltrona de la jefatura de Gabinete de la provincia de Buenos Aires.

Desde hace décadas, los ciudadanos de a pie y el periodismo todo, sabemos que en la política “el que no llora no mama / y el que no afana es un gil” (Cambalache – Enrique Santos Discépolo), sólo que nos faltaba pruebas concretas, una foto, un testimonio… la flamante novia de Insaurralde nos la proporcionó, compelida por la vanidad que la domina.

Y, en el imaginario popular, nos golpea una frase repetida en esta larga y tediosa campaña electoral “los únicos que se enriquecieron fueron los políticos” (Milei dixit).

Lo de Chocolate Rigau, grave por cierto, empalidece ante la descaradurez del ex funcionario peronista-kirchnerista que viene de la función pública de una de las provincias, y particularmente de la zona más empobrecida del país.

La provincia de Buenos Aires, está siendo esquilmada por la política de un modo grosero e inhumano. Y esto no sucede desde lo acontecido con Chocolate ni lo demostrado por Insaurralde, Esto viene de muchas décadas, con complicidad de oficialistas (cualquiera sea) y oposición (cualquiera sea). Y, téngase por seguro que estas prácticas obscenas de la política, se replica en todas y cada una de las provincias argentinas.

Si escarbamos un poquito, se puede ver prácticas similares en Corrientes, en Entre Ríos, en Formosa y por supuesto, en Santa Cruz -por solo nombrar unas pocas y no extenderme en el análisis-.

La ciudadanía muchas veces, y el periodismo también, las ha denunciado, pero los fiscales y jueces de turno -muchas veces adeudando padrinazgo partidario- han “cajoneado” o “tramitado en cámara lenta” para no develar las tramas delictivas de los políticos encumbrados en el poder.

Si nos remitimos a la historia política argentina, muchos de los lectores se acordarán del desafortunado acto incendiario de Herminio Iglesias, que impactó sobremanera en el electorado independiente en las elecciones de 1983, que quería superar los años de sangre y fuego de la dictadura.

Hoy el electorado independiente (y también el racional) quiere superar los años del hambre y la corrupción (ya van 40) y lo de Martín Insaurralde les hace acordar al cajón incendiado por Herminio Iglesias.

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