Por Carlos Belgrano.-

En una reunión de pautas, de las habituales que todos los articulistas tenemos con nuestros editores, habitualmente se abordan distintos ítems e infortunadamente en mi caso, por mi nacionalidad argentina, el abordaje acerca de nuestras inconsistencias resultan inevitables, obligatorias.

Y entiendo, los devaneos de los directores de contenidos a los que me encuentro vinculado, que se asombren primero y se encuentren incapacitados a continuación, para comprender y decodificar nuestro derrumbe.

Sobre todo, en homenaje a que, con cinco Premios Nobel a cuestas y liderando esa mayoría en tales distinciones, en América Latina, apellidos como, el de Kretina, Macricio, el emperador del Real Estate -Rodríguez Larreta-, la montonera redimida Bullrich o este zoófilo -Milei-, conformen el menú electoral, lo encuentran como casi imposible de digerir o aceptar como una realidad.

Quizás, no advierten estos capitostes de la gráfica que todos estos paletos, si bien son, en una mirada conjuntiva, demasiado grotescos y ordinarios, no se diferencian tanto del resto de palurdos que dirigen el Primer Mundo.

Porque cuanto se divisa en el contexto internacional, no es otra cosa que la medianía intelectual genérica.

Pero, retornado a los vernáculos, me surge una semblanza que es un tanto más ecuménica respecto de la estadísticas de las intenciones de votos que, analizándolo en un espectro más aséptico, no demuestran nada diferente al crecimiento exponencial de la mediocracia que gobierna a todo los argentinos por igual.

En un contexto más abarcativo, que alguien se tome la molestia de escuchar, ver o leer las cataratas de pelotudeces que proclama cualquiera de estos presidenciables, es por decir lo menos, un conato o atentado a esgrimir el sentido común.

Sin perjuicio que la difusión de esa suerte de incontinencias verbales son receptadas con agrado por millones de retrasados mentales que, serán -a no dudarlo- los hacedores imprescindibles para que uno de estos mamarrachos, ascienda, exclusivamente, para no dejar cagada por hacer.

Toda vez que, antes, cuanto diferenciaba a un postulante a intrusear la Rosada, se diferenciaba de su contrincante por una ideología, sin que fuese pertinente a quien representaban -esto es a nadie en particular-, por la orfandad de formación cultural e intelectiva.

Pero ahora, el descenso de ese nivel intelectual que antes esgrimían los candidatos, hoy ha desaparecido, para concederle la derecha a una pléyade de vulgaridades que serían infinitas para describir.

En resumidas cuentas, antes, anhelar el arribo a la presidencia, implicaba imponer o procurar a lo menos, disuadir a la sociedad de una novel forma de interpretar una política de Estado -Arturo Frondizi-.

Mientras que, en esta bizarra actualidad, lo único trascendente es acariciar el podio para afanar, como la escuela justicialista lo ha predicado en estos últimos cuasi ochenta años.

En homenaje a esa prédica y docencia de lo delictivo, todos estos presidenciales truhanes no conforman sino un reservorio peronista, por más que blandan estandartes que pretenden diferenciarse de esa forma de ser anómala & gangsteril.

Pero que intrínsecamente cuentan con un idéntico formato, ergo, el de asaltar al Estado para «expoliarlo».

Todo lo cual me conduce a interrogarme y trasladar dicho acertijo al lector: ¿nos merecemos a estos comemierdas?

Y, sin necesidades de aguardar encuestas, cuento con la inexorable respuesta, trazada en…

LAS IGNORANCIAS DEL VOTANTE ARGENTINO.

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