Por Luis Alejandro Rizzi.-

Caputo fue a las cosas, sin énfasis, y Milei nos mostró que la luz siempre está encendida…

(Este agregado lo estoy haciendo a las 6.45, luego de escuchar algunos comentarios periodísticos. El ministro Caputo anunció medidas que están dentro de las competencias administrativas del Poder ejecutivo. Los detalles se conocerán mediante las respectivas resoluciones y decretos. Nada dijo -ni correspondía que lo hiciera- sobre las reformas que exigen la intervención y sanción por parte del Congreso. Lo que quedó claro es que NO HAY DINERO Y NO SE EMITIRÁ. ESA ES LA DEFINICIÓN MAS IMPORTANTE.)

Es una obviedad que decir la verdad es fácil. No hacen falta gráficos, citas ni “énfasis”. Es suficiente con hablar con sencillez, como hablamos en el seno de nuestro hogar, con amigos y con la gente que respetamos.

Así habló el ministro de economía Luis Caputo y nos señaló los vicios que nos trajeron a este pobre presente.

Durante décadas hemos vulnerado la ley de la gravedad económica que dice que no se pude gastar más de lo que ingresa. Es imposible ir contra ese principio natural de la economía.

No tiene sentido, como lo vengo afirmando, buscar responsables o culpables, porque muchos de nosotros hemos usufructuado en beneficio propio esos vicios, que nos llevaron a vivir, también durante décadas, por arriba de nuestras posibilidades reales. Ahora nos toca volver a nuestra realidad: nos sobra patrimonio y nos faltan recursos para mantenerlo.

Esos beneficios de una clase media utilitaria, que durante años votó a quienes con diferentes discursos, mantenían el estado de cosas que nos convenía.

Tuvimos oportunidades, como el Plan Austral o la Convertibilidad, pero en cuanto se logró un mínimo de acumulación no pudimos evadirnos de la cultura del gasto.

El “deme dos” fue una excelente ilustración caricaturesca del argentino medio, que hizo uso y abuso del famoso uno a uno.

Luis Caputo expuso la imperiosa necesidad de terminar con el padre de todos los males, que es la emisión para financiar el exceso de gasto por parte del estado.

Con ese recurso ilícito se generó la idea de la virtual gratuidad de los servicios públicos, cuyos precios eran irrisorios, a la vez que se devaluaba el valor nominal de nuestra moneda.

No quisimos ver que ese regalo tenía un costo altísimo que deterioraba día a día el valor real del salario al tiempo que se rompía esa lógica relación que debe haber entre los precios de los bienes y servicios.

Si bien, como lo hemos dicho, estos vicios son añosos y no podemos personalizarlos, sí tiene nombre y apellido la persona que usó y potenció esos vicios en su propio beneficio, que fue Sergio Massa. Lo que nos pasa hoy es el resultado de su desaprensión y su perversidad que, no obstante, tuvo el apoyo de más de once millones de votos, un 44% de la ciudadanía.

Éste es un signo que debemos tomar en cuenta, porque responde a una minoría de “dirigentes o cultores de la prebenda” para los que la indigencia y la pobreza fueran un lucrativo negocio personal.

Nuestra cuestión más grave es la “desculturización” de un vasto segmento social que aún cree que la emisión es un medio virtuoso del derecho financiero para generar riqueza.

La mentira, como opuesto a la verdad, tiene un menor costo o precio. Tiene el atractivo de la banalidad de lo insignificante, eso que define a las masas, la mediocridad como modelo.

Ya se escuchan algunas voces contra el ajuste, como sinónimo de agravio a eso que se llama “justicia social”, como si en el presente fuera su modelo a imitar.

Se critica que se mantienen privilegios pero se guarda silencio sobre el desorden de precios cuyo ordenamiento tendrá también su necesario costo.

Lo escribí cuando asumió Macri, hay que pasar el verano para que el invierno no nos resulte tan frío.

En fin, nos golpearemos varias veces, como ocurre en la vida y así se aprende.

Milei le ganó a Massa por once puntos. Como en las películas de Hollywood, la verdad le ganó a la mentira. Ninguna virtud es gratuita.

Un dato: buena decisión el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, de eliminar la “no repitencia”, otra mentira alentada por la mala docencia.

Y así se apareció él
mezcla rara de última esperanza
y primer polizonte en una elección presidencial
ideas diferentes en su cabeza,
las rayas de la libertad pintadas en su piel
y el solo el vio la luz
que podía iluminar nuestro destino…

Lástima que la balada no la cantó Amelita Baltar.

Share