Por Paul Battistón.-

“Primero la Patria, después el movimiento” decía el General, claro que esta frase encierra una urgencia no esclarecida. ¿Qué puede afectar a la Patria para que los colores de la camiseta se destiñan?

El respeto de la institucionalidad nunca fue algo marcado en la doctrina del general. Cuando era necesario encontrar el atajo se lo buscaba, con el disimulo de las volteretas que fueran necesarias, esas que aún usa el kirchnerismo y siempre apelan a un doble sentido de encerrona. Su eslabón anterior en la cadena de ADN populista, en cambio, nacidos ellos del contacto directo de una Argentina de otro siglo, difícilmente escapan de su enredo de formatos que hacen al partido en sí mismo. No es que no les importe la Patria; sólo que los mecanismos les nublan el horizonte.

Una manifiesta incapacidad de afrontar derrotas con solidez (asociada a su falta de velocidad atascada por sus propios engranajes) los lleva a multiplicar sus penurias en una suma de nuevas derrotitas innecesarias.

La coalición que integran ha salido derrotada con 6 millones de votos a cuestas; podrían considerarlo un hermoso bronce de adorno. El silencio no es opción pero demorar el habla a la espera del giro de sus engranajes frente a la velocidad de “ventajita” y una asociación ilícita sobre rulemanes (sin escrúpulos) es equivalente a un silencio mortal. Tampoco entendieron, porque no están preparados para que dentro de su misma coalición los aventajen.

El 19 de noviembre habrá dos derrotados cuando sólo debería haber uno. La suma de las ausencias, indecisiones y negaciones le darán al radicalismo, sin estar en listas, una segunda derrota buscada con ingenuidad, algo parecido a un bronce buscado innecesariamente.

Tata Yofre esgrime una cuenta porcentual sencilla que, por tan sencilla y porcentual, no debería ser cierta ¿O sí? Bullrich se quedó sin los votos de Larreta y Massa se llevó el equivalente a esa pérdida.

¿Y si la cuenta fuera en realidad tan sencilla? ¿Entonces el futuro sería liberal? ¿Deberíamos considerar a la rectitud de los halcones como un aporte a la libertad con la puesta en orden de las reglas?

¿Qué queda para el radicalismo? ¿Que lo rescate Schiaretti desde algún nuevo frente?

¿O quizás aceptar su destino de oposición, ese que ejercitan hasta cuando son oficialismo?

Un gobierno liberal desde su poder ejecutivo hacia abajo (no como el de Menem, que lo fue desde un ministerio) los aprestaría a ser opositores de una realidad, no desde su ficción de entuertos.

Estos muchachos no están preparados para gobernar, supuestas palabras de J.A. Roca. ¿Milei los dejaría listos?

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