Por Carlos Tórtora.-

La ofensiva del kirchnerismo para hacerse cargo de los principales resortes del gobierno ya trasciende la designación de Martín Soria en el Ministerio de Justicia. La cancillería argentina acaba de anunciar formalmente el retiro del país del Grupo Río. En términos de política exterior, esta decisión implica la alineación con la dictadura venezolana y el abandono de toda política crítica en relación a ese régimen. Se trata, en definitiva, de un importante éxito de la diplomacia cubana, que venía trabajando subterráneamente para que la Argentina se alejara de Brasil y Colombia. Este giro tampoco viene solo. Cristina Kirchner acaba de pronunciarse, en el acto del 24 de marzo, por el no pago de la deuda externa. Estas palabras boicotean los supuestos esfuerzos de Alberto Fernández por mantener en buen estado el puente con el FMI.

Con el alejamiento del Grupo Río, la política exterior Argentina vuelve a la etapa de la segunda presidencia de CFK. Las consecuencias de este cambio en las relaciones con los EEUU no tardarían en hacerse sentir, lo mismo que en los organismos internacionales.

La toma del poder

Mientras el país ingresa en una zona de tormentas regionales, en el ámbito interno también hay que computar avances importantes del kirchnerismo duro.

Máximo Kirchner está a un paso de tomar la conducción del peronismo bonaerense sin pagar demasiado costo político. Cuidándole las espaldas estará en el juzgado federal de La Plata su flamante titular Alejo Ramos Padilla, siendo la primera vez que el kirchnerismo controla la justicia electoral en Buenos Aires.

La importancia de éstas y otras operaciones indican que la vicepresidenta está decidida a gobernar desde el Senado. La guerra contra la justicia es entonces apenas el frente más ruidoso de la lucha política que se desarrolla en el seno del poder, en la cual el presidente retrocede sin disimular ya su derrota.

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