Por Luis Díaz de la Torre.-

El suicidio de personal policial no es nuevo y atraviesa en forma transversal a todas las fuerzas de seguridad del país, tanto federales, provinciales y también de la Ciudad de Buenos Aires.

En todos los casos, son siempre muertes evitables si se establecen los mínimos controles sobre las condiciones de trabajo.

Ya he manifestado que el trabajo del personal policial es el más precarizado de todos los empleados públicos. Tienen que enfrentar jornadas muy extensas, comiendo mal, durmiendo mal, y alejados de sus familias.

En la cultura del policía, en particular los miembros de la bonaerense, está internalizado vivir endeudado con préstamos de financieras o mutuales, que les prestan a tasas usurarias, debiendo cumplir horas extraordinarias para poder sobrevivir.

El personal policial valora, a pesar de los riesgos que tiene esta profesión, en la cual tiene a la muerte como un horizonte posible en su cotidianeidad, la estabilidad del empleo y el desarrollo de una carrera profesional.

El pasado 16 de septiembre de 2023, una joven mujer oficial de la Policía de la Ciudad, de apellido Toledo, se quitó la vida con su arma reglamentaria. Este hecho no ha tomado estado público, tal vez para evitar dañar la imagen pública de la fuerza, pero lo importante es que la oficial estuvo con licencia psicológica desde el 28/12/22 al 26/01/23 y que la misma fue renovada hasta el mes de marzo de 2023. Entendemos que esta muerte se pudo haber evitado con la debida diligencia de las autoridades policiales.

El caso más extremo, es, sin dudas, el de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que en los últimos cinco años ha mantenido un promedio de treinta suicidios por año de su personal. Este número es alarmante, ya que mueren más policías por suicidios que en enfrentamientos y caídos en actos de servicio. La mayoría de los casos se producen con el arma reglamentaria y en los días francos.

En la búsqueda por solucionar esta tragedia de los uniformados, la Policía de Seguridad Aeroportuaria modificó su regulación interna respecto a la obligatoriedad de utilizar el arma reglamentaria fuera del horario de servicio de su personal. Para fundar esta postura, manifestaron sus autoridades que el arma pertenece a la institución y si el personal quiere portar un arma fuera de su horario de servicio es su exclusiva responsabilidad. Al terminar su jornada laboral deben dejar el arma dentro de la dependencia en la cual prestan servicio.

Esta política tampoco impidió que personal de la PSA se suicidara con el arma reglamentaria, demostrando que el problema está en la estructura misma de las fuerzas y las condiciones de trabajo que perjudican gravemente la salud mental de los uniformados.

Tengamos en cuenta que el pre ocupacional más estricto es el ingreso a una fuerza de seguridad en el cual se le realizan diversos estudios para otorgarles el “estado policial” y entregarles el arma reglamentaria. Todos los egresados de una academia policial fueron evaluados y aptos.

El paso del tiempo y las condiciones laborales determinaron muchas de las patologías que llevaron a miembros de las fuerzas a quitarse la vida, sin que exista dentro de las mismas una alerta temprana de la situación mental de sus integrantes.

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