Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 24 de junio, Infobae publicó un artículo de Alberto Benegas Lynch (h) titulado “Conviene reiterar el significado del peronismo”. El autor se pregunta cómo es posible que la fuerza política creada por Perón en la década del cuarenta del siglo pasado goce de una vigencia que considera aterradora. Reconoce no tolerar a quienes machacan con su afirmación de las bondades del peronismo. Le da toda la razón a Mario Vargas Llosa cuando afirmó que el peronismo era “la fuente de todos los males argentinos”, y a Borges cuando reconoció que, tal como pensaba en Rosas con espanto, lo hacía ahora con Perón.

A continuación el autor rememora una serie de hechos y frases de Perón y Evita que ponen dramáticamente en evidencia la esencia del peronismo. Tilda, con razón, de nefasto el golpe militar del 4 de junio de 1943 contra el presidente Ramón S. Castillo. A partir de ese fatídico día el país dejó de ser lo que era. Emergió una nueva fuerza política que no era un partido como el radicalismo o el socialismo, sino un movimiento. Américo Ghioldi y Ezequiel Martínez Estrado probaron la corrupción del régimen peronista; Joseph Page y Eduardo Augusto García, su fascismo; Uki Goñi y Silvano Santander, su apoyo al nacionalsocialismo; Robert Potash y Silvia Mercado, su censura a la prensa; Juan José Sebreli y Fernando iglesias, sus mentiras y su adoctrinamiento sistemático; Juan A. González Calderón y Nicolás Márquez, su desprecio por la Justicia y la constitución de 1853; Carlos García Martínez y Roberto Aizcorbe, su destrucción de la economía; Loris Zanatta y Gerardo Ancarola, su relación con la Iglesia; Rómulo Zemborain y Roberto Almaraz, sus ataques a los estudiantes; Hubo Gambini e Isidoro Ruiz Moreno, su violación de los derechos humanos; y Félix Luna y Damonte Taborda, su desprecio por la democracia sindical.

Benegas Lynch (h) transcribe algunos pensamientos de Perón que no hacen más que ilustrar su catadura moral. En una carta dirigida a John William Cooke escribió: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ellas. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar”.

En una carta dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza, proclamó la tenebrosa frase “Al enemigo ni justicia”. En septiembre de 1947, al hablar por cadena oficial de radiodifusión, anunció el levantamiento de “horcas en todo el país para colgar a los opositores”. En febrero de 1970 consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente”.

Si el peronismo siempre presentó semejantes “cualidades” ¿cómo se explica su vigencia? Veamos cuál es el diagnóstico de Benegas Lynch. Considera que la razón fundamental de su vigencia no es más que ocultar su peor cara con una interpretación falaz de la denominada “cuestión social”. Haciéndole creer a la clase obrera que estaba a un paso de ingresar al paraíso, Perón impuso un sistema sindical fascista y leyes de alquileres y desalojos que trituraron el patrimonio de un gran número de familias de inmigrantes. La inflación ocasionada por su política económica intentó ser cubierta con controles de precios para hacer frente “al agio y la especulación”, mientras que el IAPI, emblema de la corrupción del régimen, garantizaba un fenomenal cierre del comercio exterior. El resultado de semejante desmadre no podía ser otro que el aumento colosal de la pobreza y una degradación institucional sin precedentes.

El Ministro Consejero de la embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen le envió una carta fechada el 12 de junio de 1943 al Capitán de Navío Dietrich Niebuhr, donde queda constancia del desprecio de Eva por la clase trabajadora. Se lee en la carta que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: “Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete”. Debe agregarse, para no faltar a la verdad histórica, los lutos, emblemas y libros de lectura obligatoria (“La razón de mi vida”, por ejemplo), en las escuelas y colegios de todo el país.

Reitero la pregunta: ¿cómo se explica la vigencia del peronismo? Quizá José Pablo Feinmann, en su libro “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”, nos ayude a develar el misterio. En uno de sus capítulos analiza lo que denomina “la filosofía del Padre Eterno”.

El 12 de abril de 1951 Perón la explica de la siguiente manera:“Yo mando en conjunto, pero no en detalle (…) Yo, que conduzco desde aquí (en 1951 “desde aquí” es desde el gobierno”, de 1955 a Ezeiza “desde aquí” será desde el extranjero; como sea, el “desde aquí” del gobierno expresa, para Perón, su lugar “externo” a las pasiones del movimiento-JPF), no estoy con nadie; ¡estoy con todos! Por esa razón no puedo estar con ningún bando ni ningún partido. Cuando se hacen dos bandos peronistas, yo hago el “Padre eterno”: los tengo que arreglar a los dos. Yo no puedo meterme a favor de uno o del otro, aunque alguien tenga la razón. A mí solamente me interesa que no se dividan, no puedo darle la razón a ninguno de los dos, aunque vea que, evidentemente, alguno de los dos la tiene. Eso sería embanderarme, y si yo me embandero, el arreglo se hace más dificultoso. Más bien los llamo, converso con ellos, y les digo: “Déjense de macanas, ¡qué van a seguir discutiendo! Pónganse de acuerdo y arreglen el conflicto”. Y cuando nos arreglemos y nos pongamos de acuerdo, no hay problema entre nosotros que no se pueda solucionar. Por eso, en mi función de conductor superior, si me embanderase, pasaría a meterme en la conducción táctica del lugar donde no es mi esfera de acción. Perjudicaría los intereses locales, ahondaría el problema, intervendría en lo que no es objeto de mi conducción, y al abstraerme en ese programa, abandonaría la conducción de conjunto y estaría mal conducido lo estratégico y mal conducido lo táctico. Y ésa no es la función del que conduce desde arriba” (las cursivas son de Feinmann).

Perón se presentaba como el padre de los peronistas, como el protector de los desamparados y los humildes. Perón se situaba en la cima de la montaña y desde allí impartía órdenes que debían cumplirse. Para los peronistas Perón era el Mesías, el conductor infalible. Siempre velaba por sus intereses, garantizaba sus derechos, los defendía de las garras de la antipatria, es decir de la oligarquía, del gorilismo. Perón siempre tenía razón. Era infalible. Me parece que Benegas Lynch (h) jamás llegó a comprender esta característica medular del peronismo. Me refiero al vínculo entre Perón y sus seguidores. Si Perón afirmaba que el sindicalismo debía concentrarse en una Confederación General del Trabajo única, monolítica y alineada con el gobierno, no había más nada que discutir. Si Perón responsabilizaba al agio y la especulación por la incontrolable inflación, no había más nada que discutir. Si Perón acusaba a los gorilas de ser los responsables de los problemas que aquejaban a los argentinos, no había más nada que discutir. Si Perón acusaba al diario de los Gainza Paz de atentar contra la democracia no había más nada que discutir.

Para los peronistas quien osaba criticar a Perón era un traidor a la patria. Porque para ellos Perón era la patria. Quien acusaba a Perón de adoctrinar a los alumnos de la escuela primaria obligándolos a leer “La razón de mi vida”, atentaba contra la patria. Quien criticaba a Perón por imponer el reemplazo de la constitución alberdiana por la constitución de 1949, atentaba contra la patria. Para los peronistas los gorilas eran la antipatria. El antagonismo entre el peronismo y el gorilismo era en realidad un antagonismo entre dos modelos de país, entre dos Argentinas. Un antagonismo que fue fomentado por Perón y que fue legitimado sin chistar por sus seguidores.

Como puede observarse el peronismo se basó esencialmente en una fortísima relación emocional entre el líder y la masa. Perón les hizo creer a sus seguidores que era un hombre providencial, un hombre tocado por la varita mágica para conducirlos a un destino de grandeza. Y los seguidores le creyeron apenas Perón les habló por primera vez en vivo y en directo la noche del 17 de octubre de 1945 desde la Casa Rosada. A partir de aquel mágico momento los peronistas creyeron todas y cada una de las palabras de Perón, por más alejadas de la realidad que estuvieran. Para ellos Perón era incapaz de engañarlos, de mentirles en la cara, de burlarse de ellos. ¡Cómo iba a hacerlo si era su dios protector!

Esta relación emocional de Perón con sus seguidores desemboca inexorablemente en un tema central: la lealtad como virtud fundamental del peronismo. Feinmann así lo explica:

“La lealtad es el valor supremo. ¿Cómo no habría de serlo? El peronismo es arborescente (…) El peronismo crece desde la raíz hasta la cima del árbol único, fundante, el que da solidez y el que establece la verticalidad del movimiento. Esa raíz, esa arborescencia que crece y se eleva por sobre todos los elementos de la compleja trama del movimiento es la figura del Conductor. Lealtad y Conductor son sinónimos. El conductor lo es porque todos le son leales. No es posible pertenecer al peronismo sin ser leal al Conductor. (…) Se es leal al conductor y a la doctrina. A la vez, cada miembro del movimiento es leal a sus compañeros. Si la antítesis de la lealtad es la traición, aquel que no es leal tanto al líder como a la doctrina es un traidor (…) El mero desacuerdo con la conducción del líder es deslealtad (…) Ser leal es no errar. No ir de un lado a otro. Ser fiel siempre a lo mismo. Al terruño que se ama. En este caso: el terruño que se ama es el movimiento peronista y aquello a lo que hay que ser leal es al conductor de ese movimiento. Sólo así no habrá “errancia”. Todos en la misma lucha, en la misma organización, bajo la misma conducción (…)”. La lealtad explica la verticalidad, otra cualidad esencial del peronismo. “La verticalidad, para sostenerse, exige una virtud moral: la lealtad. Para que haya Movimiento Peronista tiene que haber verticalidad. Para que haya verticalidad todos tienen que ser leales a Perón”.

Quedan claras, me parece, las razones que explican la increíble vigencia del peronismo. Me parece que Benegas Lynch (H) yerra en su diagnóstico porque pretende comprender a través de la razón un fenómeno esencialmente emocional o, si se prefiere, irracional. Es como tratar de entender a aquella mujer que es golpeada todo el tiempo por su esposo y, sin embargo, lo sigue amando. El peronismo es emoción, sentimiento, pasión. Tómelo o déjelo.

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