Por Claudio Valdez.-

“Cuando debían permanecer y combatir en el campo de batalla, huyeron a su campamento; cuando fue necesario pelear para defenderlo, lo entregaron, y fueron tan cobardes detrás de las fortificaciones como lo fueron en el campo de batalla. ¡Y yo he de rescataros!” (Tito Livio. Las Décadas, Libro XXI).

Así reprochó aquel historiador romano (siglo I a.C) a los patricios que se rindieron ante los cartagineses e imploraban por pago de rescate al Senado. Si bien el hecho refiere a una epopeya bélica, no resulta ajeno a cualquier lid política donde traidores, cobardes, oportunistas y mentirosos terminan expuestos a tener que lamentar las consecuencias de su debilidad moral y despreciables conductas.

Los “políticos profesionales” de hoy, sin profesar ningún convencido ideario, prometen alcanzar muchas de las necesidades insatisfechas de sus representados para lo cual reclaman los apoyos, la adhesión de seguidores y demás simpatizantes, sin siquiera ofrecer argumentos creíbles de ese compromiso. En La Argentina actual ya no existen definidos “partidos políticos”, ni siquiera elementales “plataformas políticas”, siendo las “ocasionales rejuntas” solamente “frentes”, “alianzas” y oportunistas “coaliciones electorales” con transitorios acuerdos de conveniencia para ganar elecciones. La mayoría de los dirigentes y candidatos pregonan insistentes mentiras, ilusiones y abusan de “fabulaciones propagandísticas” por consejo de sus asesores publicitarios: son apenas hábiles tahúres especializados en estafarse entre ellos mismos y a todo aquel que intervenga en “el juego”.

Con críticas a las ganancias empresariales, los beneficios e intereses financieros, el “lavado ajeno de dineros” y “la dictadura”, que finalmente para ellos no resultó tan dura; dirigentes, funcionarios y serviles de una engañadora democracia desde hace casi cuatro décadas aprovechan para usufructuar beneficios personales “sembrando temores” en la opinión pública, sin por ello privarse de capitalizarse en riqueza personal y posiciones sociales. Mediante innumerables e inacabables denuncias “a destiempo” y repudios de lo que con evidencia fue “mal hecho y abusivo” por parte de la propia corporación política, sus más notorias capacidades no superan las falacias de sus opiniones y consejos: eso sí, del tipo “haz lo que digo y no lo que hago”. Esta oligarquía “aggiornada” es causa eficiente de reiteradas frustraciones políticas, económicas, sociales y culturales con la inevitable consecuencia de una reactiva creciente violencia; desde la padecida delincuencia común hasta peligrosas concreciones de bandolerismo y anarquía por parte de grupos de orientada politización.

El desafío para todo pacífico ciudadano es lograr evitar ese tipo de desenlace. Apartar a los políticos que fueron y son responsables del consumado despropósito, de la inoperancia de las instituciones de la nación y de la decadencia del Estado resulta prioridad imperiosa. El ejercicio responsable del sufragio es el legítimo instrumento del momento. Las circunstancias orientarán cualquier excepcionalidad. ¡La sana y constructiva voluntad debe prevalecer!

Es de creerse que todavía es posible. La potencialidad del país es su propia garantía, desde que la postración y decadencia soportadas son consecuencia del desorden ocasionado por los malos políticos.

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