Por Luis Orea Campos.-

Antes que nada, queremos recordar que la posición de esta columna respecto de las PASO ha sido invariablemente contraria a ese engendro ideado por Landau a pedido de Néstor Kirchner, por constituir un avance inconstitucional del Estado sobre la zona de reserva de los partidos políticos, entre otras arbitrariedades.

La agrupación Juntos por el Cambio se negó férreamente a aceptar su suspensión en el proceso electoral en curso y bregó porque se mantengan dadas las expectativas encontradas de varios de sus dirigentes con relación a las candidaturas a cargos legislativos.

Ahora resulta que ni siquiera las PASO calman las aguas de las diferencias intestinas de la heterogénea alianza y los interesados salen a dirimir diferencias en los medios para delicia del oficialismo que se relame de antemano por la previsible división opositora que anticipan los chispazos mediáticos convenientemente azuzados por periodistas afectos al chismorreo político.

El mensaje que el espacio envía al electorado más allá de las postales farandulescas es de una impericia política conmovedora porque en lugar de aprovechar en su favor las PASO para proyectar una imagen de democracia interna en franca contraposición a la autocracia del oficialismo donde rige estrictamente la “ley del dígito” le sirven en bandeja un espectáculo de egos y proyectos personales exacerbados en el que cada cual tira para su lado en perjuicio no sólo del conjunto sino de todo el país.

No es el caso discutir la indudable legitimidad las aspiraciones de cada uno de los precandidatos de JxC, pero no se entiende porqué teniendo la herramienta que consideraron adecuada para medir fuerzas y por cuyo mantenimiento tanto bregaron pierden puntos ladrándose en los medios para desazón de quienes esperan una actitud inteligente de parte de dirigentes que se suponen comprometidos con el objetivo de impedir una victoria del kirchnerismo que tire abajo todas las barreras que hoy frenan el avance de operaciones destinadas a someter a la sociedad a los designios de una banda de parásitos belicosos decididos a imponer su visión arqueológica del Estado a cualquier costo.

Sin duda a Macri, Larreta, Bullrich, Vidal y siguen las firmas no les vendría a mal recordar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones que se presume tienen todos los que compiten por lugares estelares en las nóminas de aspirantes de JxC.

Para no meter en ese sendero a todo el país es imperativo reconfigurar la pobre imagen pública que emerge de sus tironeos poniendo todo el atractivo que creen tener los precandidatos al servicio de un proyecto serio superador de las miserias y papelones de un oficialismo sin rumbo cuya principal aspiración es lograr la impunidad de su conductora y sus feligreses presos.

Es muy fácil para la alianza opositora recomponer la situación y volver a una posición competitiva que genere expectativas favorables si sus líderes vuelven a la sensatez y comprenden que enfocar sus declaraciones en problemas externos al espacio y someter sin zancadillas ni empujones las pretensiones de cada uno al veredicto del electorado es la mejor estrategia para prestarle al país un servicio invalorable, porque todos tienen claro que perder la elección es dejar a la sociedad en manos de delirantes codiciosos atrapados en ideas y concepciones políticas prehistóricas, y como reza aquel viejo dicho español “Tan culpable es quien mata la vaca como quien le amarra la pata”.

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